Robótica e inteligencia artificial están influyendo de tal manera en los procesos productivos que hasta se habla ya de aplicar un impuesto especial a las empresas que incorporan estas máquinas automáticas, programables y multiusos que –dicen– han llegado para quedarse. Y ello tanto por la mayor productividad que generan como por su impacto en el mercado de trabajo.
No es que se trate de un pronóstico a medio/largo plazo. Es ya una realidad. En la carrera por conseguir una ocupación los robots están ganando a los humanos. Y ganan de calle: por cada máquina de estas que se incorpora en un proceso productivo se destruyen seis puestos de trabajo y se devalúan los salarios hasta un 0,75 por ciento.
Esto es al menos lo que asegura una última investigación de dos profesores del acreditado Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT), para quienes en Estados Unidos y durante el periodo estudiado (1990-2007) se habrían perdido un total de 670.000 empleos. Y es que, como era de esperar, los robots cuentan con una gran ventaja para las empresas: el ahorro de costes. Un soldador, por ejemplo, gana hoy allí 25 dólares a la hora, mientras el robot puede hacer el mismo trabajo a un coste de ocho.
De la quema se han venido salvando –de momento– las tareas de gestión y de valor añadido, mientras que las más perjudicadas han sido aquellas ocupaciones que incorporan alguna rutina manual, como cadenas de montaje en la industria y el transporte. Pero los nuevos empleos creados y el efecto positivo derivado el aumento de la productividad no habrían sido suficientes para compensar la caída en los sectores sometidos a examen.
Se calcula que en la actualidad hay cerca de 1,5 millones de robots industriales operando mundo adelante, proporcionalmente más en Europa (2,5 robots por cada mil empleados) que en Estados Unidos (1,8). Los números no son todavía significativos. Pero de hacer caso a los investigadores, en 2025 estos artilugios pueden llegar a los seis millones, por lo que “si el ritmo prosigue –dicen– tal como se espera, dentro de veinte años las implicaciones para el mercado laboral serán muy superiores”.
Hay otros, sin embargo, que se muestran más escépticos sobre la destrucción de empleo que puedan provocar las tecnologías más avanzadas. A su juicio, históricamente procesos de evolución como el presente han terminado por crear más empleo del que había cuando comenzaron. Es posible –argumentan– que se destruya ocupación en la industria, pero terminará creándose en sectores que ahora no conocemos, pero que existirán.
Sea como fuere, me quedo con una idea que expresaba hace unos días el presidente del BBVA, Francisco González, en la junta de accionistas del banco: “A medio plazo, el avance tecnológico llevará a un crecimiento y bienestar mayores. Pero la transición va a ser dura para muchísimas personas, sectores y países”.