LENTITUD DESESPERANTE

Con un lenguaje poco menos que inaccesible para el común de los mortales, los medios relataban el otro día al unísono que las Bolsas europeas habían logrado ignorar de momento el efecto Grecia gracias a los datos macro, pero que, aquí, en nuestro mercado bursátil, con la vuelta de los cortos la banca había llegado a perder en una sola sesión algo así como 6.000 millones de euros.

La tardanza de las instituciones comunitarias en arbitrar soluciones a los problemas de la eurozona tiene harta y cansada a la opinión pública

Todo un galimatías. Poco tardó, sin embargo, en hablarse de jornada negra y de tormenta perfecta. Y es que aquel mismo día confluyeron una serie de noticias económicas que dejaban poco margen para la esperanza: el euro encadenaba su quinto día a la baja; el segundo rescate de Grecia continuaba bloqueado; España y toda la zona euro se asomaba a la recesión; la prima de riesgo volvía a sufrir tensiones y obligaba al Tesoro a pagar más para colocar bonos y obligaciones.

Por otra parte, el precio de la gasolina alcanzaba su máximo histórico; merced a su acuerdo preferencial con la UE, Marruecos propinaba un duro golpe a la huerta española, y una agencia internacional rebajaba otra vez la calificación de la deuda de bancos y comunidades autónomas. Y así sucesivamente. Y así al mismo tiempo.

Desastre total. Sólo el gran acuerdo parlamentario –Partido Socialista incluido– en torno a la reforma financiera ponía un punto de luz en el oscuro horizonte de la jornada. No obstante, los interrogantes seguían sin respuesta: ¿cómo conjugar al tiempo equilibrio presupuestario ineludible con crecimiento imprescindible?

Sin caer en el papanatismo hispano ante la prensa internacional, ¿tendría razón el “Financial Times” cuando, en lenguaje más gráfico que otros, decía eso de que el ajuste tiene más probabilidad de matar que de curar? ¿Cómo iría a fluir el crédito que la empresa necesita cuando los bancos han de hacer con recursos propios provisiones por valor de 52.000 millones para cumplir con el saneamiento del ladrillo?

Son tiempos endiablados. Tiempos de muchas preguntas y de muy pocas respuestas. Hace algunas semanas y un día antes de que el presidente Rajoy se reuniera con la señora Merkel, decía nuestro poco diplomático ministro de Exteriores, señor García Margallo, que la canciller alemana solía llegar a las cosas un cuarto de hora tarde.

Creo, sin embargo, que no sólo ella, sino toda la política comunitaria, la inmensa burocracia comunitaria es la que está imprimiendo un paso insosteniblemente lento a la solución de los problemas. Plazos eternos entre reunión y reunión. Pocas decisiones y muchas veces, a medias. Comisión Europea por un lado y Consejo Europeo, por otro, como si de instituciones autistas se tratara. Dos años lleva abierta la crisis griega. ¿Hasta cuándo –se pregunta la opinión pública– vamos a seguir así?

LENTITUD DESESPERANTE

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