Ordenar la carga de contratación liberalizando el sector, esa es la voluntad expresada por el Tribunal Europeo de Justicia a la hora de ordenar al gobierno español que acabe con el monopolio de la SAGEP.
A este orden los trabajadores, temerosos de perder derechos laborales, responden con la convocatoria de duras movilizaciones en su defensa. A este anuncio se contrapone una campaña de deslegitimación del colectivo, acusándolo, entre otros, de acumular privilegios, salarios intolerables y endogamia en la contratación…
A la par y mayor gloria de su descrédito, la patronal habla de la posible creación de dieciocho mil puestos de trabajo una vez se desbloquee la contratación. Creada la discordia, al común de los ciudadanos solo nos queda posicionarnos a favor o en contra del proceso con la víscera o la razón.
Yo no voy a defender la casa grande de la “estiba”, porque no sé sí es o no es, en la metáfora, el malvado Johnny Friendly de la película La ley del silencio. Quiero solo ponerme de corazón y con el corazón, al lado de sus inquilinos, los trabajadores, y advertir que es posible que la libre competencia acabe siendo la tumba de esos derechos que hoy se antojan excesivos. Esos que debieran ser el espejo de los demás gremios. Esos que han de ser defendidos como un logro y no como un privilegio. Y es que me temo que los van a cargar de mala manera en las bodegas de la miserable precariedad y el despreciable mileurismo.