La primera es el índice Bloomberg Healthiest Country publicado el 26 de febrero que sitúa a España -incluida Galicia- como el país más saludable del mundo con una puntuación de 92,7 sobre 100.
Entre los factores analizados figuran la esperanza de vida, hábitos alimenticios… y el sistema público de salud, con la atención primaria “proporcionada por médicos de familia especializados y personal de enfermería, que prestan servicios preventivos a niños, mujeres y mayores y atención aguda crónica”.
La segunda del 2 de marzo es el Barómetro del Ministerio de Sanidad en el que los gallegos otorgan un notable alto al servicio de Atención Primaria del Sergas, 7,47 sobre diez, que supera la valoración media que los españoles dan al Sistema Nacional de Salud. Para el 70 por cien de los gallegos, el sistema sanitario funciona “bien o bastante bien” y también puntúan con un 6,95 la asistencia sanitaria que reciben en los centros del Sergas.
Esta buena valoración de la sanidad parece quitar la razón a la conflictividad por la que atraviesa en Galicia, sobre todo la Atención Primaria en Vigo. Los datos del problema permiten llegar a tres conclusiones. Una, que nuestra sanidad tiene problemas de organización de servicios, de asignación de tareas, de dotación de recursos humanos y materiales y otros. Dos, que la Consellería tiene un plan para corregir esas deficiencias. Tres, que la Atención Primaria de Vigo rechaza ese plan y planta al Conselleiro con dimisiones en bloque.
Viendo las posturas de las partes da la impresión de que la solución a este problema enquistado o bien se busca por caminos equivocados, o detrás de esa situación conflictiva hay otros intereses: políticos –el alcalde vigués reabre la guerra de la Facultad de Medicina y acaba de nombrar “vigueses distinguidos” a los jefes de servicio de Primaria–, intereses sindicales o profesionales que a los profanos se nos escapan.
Mientras libran esa batalla, sabemos que el modelo sanitario, pese a los recortes por la crisis, no ha fracasado. Necesita reformas, pero sigue siendo válido. Lo dicen Bloomberg Healthiest Country y la valoración de los gallegos. También sabemos que el presupuesto de la sanidad siempre será escaso para los servicios que se demandan.
Con estas premisas, no parece sensato recuperar aquel eslogan del 68 “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Porque también sabemos que solo tendremos la sanidad –y la educación, las pensiones, los servicios sociales…– que podamos pagar.