FERROL Y SUS NÚMEROS

Cuando el Instituto Nacional de Estadística actualiza el padrón de habitantes, ya es costumbre que en toda la prensa gallega  sobresalga la noticia de perdida de habitantes de la ciudad.
A principios de año, en más de un medio, se podía leer que hemos “caído” más de 20.000 habitantes en una década. Tanto las cifras como las causas de esta situación se pueden contemplar desde diferentes puntos de vista.
Aunque entre los distintos expertos en sociología no hay igualdad de criterio a la hora de valorar la gravedad de estas circunstancias, si es cierto que la pérdida de población, unida al envejecimiento de la misma es un motivo de preocupación y análisis.
La ciudad ferrolana, por diversas causas, creció tanto en el propio municipio como en el vecino Narón. La realidad es que en el conjunto urbano no hay fronteras geográficas, solo políticas. Si acudimos a las series históricas del INE, veremos el mayor dato de población en el año 1.981; cuando en el primer municipio se empadronaban 91.764 habitantes y 28.987 en el segundo, sumando la “ciudad geográfica” 120.751.
En el año 2015, el registro es de 69.452 y 39.565; un total de 109.017 personas.  Desde esta perspectiva no se han perdido 20.000 habitantes en 10 años, además del transvase de población, el descenso es de poco más de 11.000 en 34 años. Si tenemos en cuenta las cuantiosas bajas  de trabajadores en los astilleros esta cifra  podría parecer tranquilizadora.
Las causas de la “mudanza municipal” hay que buscarlas en una falta de previsión a la hora de modernizar y adecuar a los nuevos tiempos los barrios de Ferrol Vello y A Magdalena; un suelo urbano más económico en el municipio vecino –aunque sea a causa de un urbanismo poco afortunado– y la cercanía de miles de puestos de trabajo en los polígonos de esa zona.
Si a estas circunstancias añadimos la despreocupación de los políticos locales –han pasado por el consistorio fuerzas de todas las tendencias- por crear suelo industrial tenemos las razones de la actual situación. 
El Quijote es patrimonio de todos los españoles y también nuestro. A cuenta de las medidas estatales para recuperar la ciudad de la crisis naval, se ha desarrollado suelo industrial en toda la comarca excepto aquí: el compartido polígono de A Gándara,  Vilar do Colo, Rio do Pozo, As Lagoas, As Somozas, Vidreiro Campolongo, Os Airiños y Penapurreira. Ocho polígonos y puede que  olvidemos  alguno.  
Los intentos de reconversión industrial en la zona no debemos considerarlos como fracaso –aun teniendo en cuenta que de los mismos se aprende y rectifica– sino como insuficientes.
A la creación de esta importante bolsa de suelo empresarial, que continua manteniendo cientos de puestos de trabajo, hay que añadir otras circunstancias positivas: un puerto comercial a la cabeza de Galicia y tercero en toda la costa Norte, una pujante  actividad de reparación naval, un campus universitario, una adecuada política en la potenciación turística que ha dado un vuelco a este sector y el mantenimiento, aun, de la importante presencia de  una  Armada profesional,  en consecuencia con poder adquisitivo de todos sus miembros; ya no hay personal de reemplazo.
De cualquier forma la solución al declive poblacional y de rentas o a la elevada tasa de desempleo  pasa por una serie de medidas a día de hoy imprescindibles y fuera del ámbito local.
Estudio de una seria política industrial y comercial de los astilleros, acabar con el aislamiento por ferrocarril, suelo industrial en San Pedro de Leixa, implantación de servicios públicos ya existentes en el resto de ciudades: Juzgados de lo mercantil y de familia, sección de la Audiencia Provincial, Comisaría de policía autonómica, Registro Mercantil, servicios de la administración de la Seguridad Social; adecuación y coordinación de los tres Hospitales Públicos en cuanto a personal, número de camas y especialidades médicas, continuar con incentivos a la creación de empresas, establecer Instituciones Públicas de nivel nacional o interregional; son acciones que darían un vuelco a la situación  
 Hay que ser realistas, una corporación municipal por sí sola,  y más en estas circunstancias, no puede resolver el problema, pero, si puede y debe  apartar sus domesticas disputas   para lograr un frente común que “convenza” a la Xunta y al Gobierno Central que su implicación en la recuperación es imprescindible y además sigue siendo la deuda pendiente de un Estado que en su momento creó la ciudad para sus propios intereses.
 

FERROL Y SUS NÚMEROS

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