El asunto de los “papeles de Panamá” ha sacado a la luz, una vez más, la inmundicia que gobierna el mundo, una inmundicia heterogénea, formada por gobernantes corruptos, realeza soberbia, narcos, artistas hipócritas, deportistas que practican el juego sucio, bancos que financian sin rubor la delincuencia mundial, y maleantes de todo pelaje. Lo único que les une a todos es la ambición desmedida, la codicia, el desprecio a sus congéneres y la maldad de sus actos. Mientras las élites mundiales claman por los recortes en lo público, la contención salarial, la insostenibilidad de las políticas sociales y se ponen de acuerdo para dar la espalda con descaro a quienes más ayudan necesitan, toleran, cuando no participan, de esta vorágine miserable y repugnante del latrocinio universal. Y después se sorprenden de la indignación popular, de la emergencia de partidos políticos que llaman populistas, de Donald Trump y del Chapo Guzmán. Esos turistas a paraísos fiscales son los nuevos sátrapas del mundo.