Capullo de pitiminí

Al ministro de Interior en funciones (también experto en defunciones en la playa del Tarajal), habría que pasarle unas concertinas por los huevos, a ver si solo le producían “erosiones leves”, como él dijo. 
A este individuo no le quieren ni en su propio partido, por fundamentalista del OPUS. No le soportan los jueces, no le aguantan sus subordinados, nadie le pide limosna, nadie le escupe en la cara, y no le ladran ni los perros. 
Es, para mí, un tipo totalmente prescindible como persona, y un elemento con tendencia paranoide de persecución como ministro, pensando que alguien quiere mandarlo al cielo. Nada más lejos de la realidad. No hay nadie, que yo sepa, que quiera ponerle alas. Es más, me gustaría que viviera eternamente, a ver si, con los años, se podría convertir en algo aprovechable para la sociedad. Pero ahí lo tienen, diciendo chorradas una detrás de otra, a cada cual más gorda, mientras le pagamos.
 

Capullo de pitiminí

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