El 12 de julio último, vigésimo tercer aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, 248.000 vascos, esto es, el 28 por ciento del censo electoral votaron en las autonómicas a Bildu; es decir, a los herederos políticos de ETA, que no han condenado los crímenes de la banda terrorista: 857 víctimas.
Con este resultado, Bildu se ha consolidaba allí como la segunda fuerza política y tres de sus dirigentes, condenados en su día por vinculación con el terrorismo etarra, se hacían con escaño en el Parlamento regional. Por el contrario, la formación en que militaba el joven concejal vizcaíno de Ermua por el PP obtuvo un resultado considerado malo/muy malo: sólo fue refrendada por 60.300 vascos; un escuálido 6 por ciento.
Ese mismo día, el partido que al poco tiempo de la muerte de Blanco se fue a Estella a pactar con ETA, el PNV, ganaba con claridad las elecciones, reforzaba su presencia en la cámara legislativa y podía seguir al frente del Gobierno. Entre unos y otros, los nacionalismos sumaron el 12-J el 67 por ciento del voto; su mejor marca histórica.
La pregunta es obligada: ¿qué se ha hecho mal; qué ha pasado para que veintitrés años después de aquel despiadado asesinato se haya dado tal correlación de fuerzas? La respuesta –o las respuestas- no son sencillas. Y todas suman. Con todo, una se me antoja decisiva: salvo para celebrar el regreso de excarcelados, la sociedad vasca ha pasado página de la sangría etarra. No desea que le recuerden el reciente pasado de terror vivido durante cincuenta años.
¿Qué puede esperar, pues, más que la irrelevancia un partido cual es el PP que en tal contexto de general desmemoria histórica evoca a las víctimas y arropa a sus familias? Pero ¿sería justo y asumible que por cálculos electorales se desentendiera de la tragedia sufrida?
Por otra parte, los sentimientos de identidad hacen del País Vasco una comunidad no comparable a las del resto de España. En consecuencia, ni PP y PSOE pueden aspirar a ser allí partidos mayoritarios, hagan lo que hagan y pongan al candidato que pongan. Si los populares han perdido 14 diputados desde su mejor resultado en unas autonómicas vascas (los 19 de 2001, con Jaime Mayor Oreja al frente), no menos cierto es que desde su techo político (los 25 de 2009, con Patxi López como referencia) el PSOE lo ha hecho en quince.
De momento, los socialistas gozan de cuotas de poder merced al apoyo que presta al PNV para redondear mayorías. Están presentes no sólo en el Gobierno regional, sino también en los Ejecutivos de las tres Diputaciones forales y los Ayuntamientos de las tres grandes capitales.
Conocida es, sin embargo, la deslealtad peneuvista para con sus coyunturales socios. Lo hizo con Rajoy y muy bien puede romper cualquier día que le convenga con el PSE/PSOE. Con Bildu a Urkullu le llegaría y sobraría.