Cierres y llaves

Por una vez filósofos del fútbol, críticos, tertulianos, seguidores, fans y colaterales múltiples coinciden. El Depor no sabe cerrar los partidos. Hasta nuestros redactores periodísticos lo afirman. Esa acción y efecto de cerrar –igualito al de Juan Martín el Empecinado– no logra tapar la abertura, conducto o paso hacia la portería blanquiazul en los postreros momentos del partido. Algunos proponen cerrar con buses la retaguardia; otros, más prácticos, acortar cinco minutos el tiempo de juego. Estorbar siquiera. Impedir el tránsito hacia la portería, al margen de las calamitosas decisiones arbitrales que tanto nos han perjudicado.
Necesitamos encontrar la llave que nos posibilite la victoria. Los jugadores no son malos. Incluso practican un juego muy decente, pero al final la cagan. Cierto que aunque la responsabilidad alcanza a todos, Gaizka Garitano es quien galvaniza más culpas como protagonista y director del equipo. Habría que encontrar las siete llaves que cierran sepulcros o la llave inglesa como arma ofensiva, pues cerca está de saber vencer quien bien sabe pelear. O ya que estamos de refranero, ¿somos el maestro Ciruela que no sabemos leer y ponemos escuela? Quizás añoramos al maravilloso Superdepor comiéndose todos los campos de fútbol.
Conviene no olvidar que casa con dos puertas es mala de guardar. Respecto a los errores defensivos recordar que la llave no echada, no guarda nada; porque lo inesperado del último minuto es que sobrevenga un ictus. Tengo un nieto, buen estudiante y deportista de pro, que me asegura, ignoro si para tranquilizarme, que dos victorias bastarán para mantenerse en la mejor liga del orbe. Mientras tanto buscaremos el manojo de llaves capaz de cerrar nuestra retaguardia ahorrándonos mil disgustos. ¿Dónde estarán nuestras llaves? Y el coro infantil repetirá machacón: “en el fondo del mar, matarile, lile, lile; en el fondo del mar, matarile, rile, ro…”.

Cierres y llaves

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