Galicia vivió el pasado día quince una oleada de incendios sin precedentes. Las altas temperaturas, la pertinaz sequía y el fuerte viento provocado por los restos de un huracán se aliaron para que la acción de unos cuantos malnacidos (haya o no trama organizada nadie puede poner en duda que la mano del hombre estuvo detrás de esos fuegos) pusieran en peligro a un importante número de gallegos y sembraran la desolación en muchos puntos de la comunidad autónoma. La desgracia fue mayúscula ya que a las pérdidas en el monte hubo que sumar la de cuatro vidas, algo que no se puede evaluar y que convirtió la acción de estos desalmados en un acto criminal. Ahora, apenas dos semanas después llegan las ayudas para quienes vieron como sus vidas quedaban calcinadas. Serán 21 millones y la Xunta pretende que beneficien al mayor número de afectados. Al menos se paliarán en parte las pérdidas.