nunca una revelación tan explosiva causó tan pobre conmoción. Y nunca nadie necesitó mayores pruebas o comprobaciones para acreditarla, y no precisamente porque la fuente de la revelación, la tal Corinna Zu no sé cuantos, goce de un prestigio moral inmarcesible: lo que el común de los españoles se venía figurando sobre los chanchullos dinerarios del ex-rey, o rey emérito, o adjunto, o bis, supera en bastante lo que la oxigenada aventurera internacional cuenta en unas grabaciones sobre el desahogo y la voracidad del viejo monarca.
A uno, que ha sufrido en sus carnes, a lo largo de su carrera profesional, las consecuencias de haber osado debelar la Monarquía, ese radical desafuero de la democracia, no le extrañan nada las cosas que cuenta Corinna, que si algo desvelan, aparte de los presuntos y continuados ilícitos (comisiones ilegales, ocultación de patrimonio, etc.) de su ex-amigo, es el escandaloso blindaje político y mediático de que este disfrutó, convirtiendo en tabú cuanto se relacionara con las actividades de un jefe del Estado obligado por su alta representación al máximo decoro y ejemplaridad en su conducta, por mucho que quien le designó originariamente, Franco, no se caracterizara por la ejemplaridad ni por el decoro.
Muchas cosas tienen derecho a saber los españoles sobre los negocios, las amistades, los regalos o la fortuna de Juan Carlos de Borbón, que el anuario Forbes cifró hace algún tiempo en más de 2.000 millones de euros, una astronómica suma cuyo origen se desconoce tanto como se sospecha. La circunstancia personal de que su abuelo tuviera que abandonar el país en 1931, bien que no solo con lo puesto, a causa de la general desafección de los españoles hacia su figura, sus dictaduras y sus rapiñas, no hace sino añadir un pequeño argumento, el del miedo familiar heredado a quedarse sin finca, al fundamental que señala la Monarquía como un sistema de privilegios y opacidades cuya naturaleza propende a toda clase de exacciones en perjuicio de los intereses generales de la nación.
Debe el Parlamento, y el Gobierno (Hacienda particularmente, pero no solo Hacienda) investigar lo que cuenta la ex-amiga entrañable y sospechaban los ciudadanos y estos exigir a aquellos la restauración de la dignidad nacional, y si es el caso el patrimonio, que al parecer estuvo durante tanto tiempo en almoneda.