En la mayoría de las ocasiones las legislaciones nacionales e internacionales van por delante de ciertas actitudes, costumbres o situaciones injustas que ocurren a nuestro alrededor. Así la solidaridad, la igualdad o la tolerancia quedan solapadas en sociedades, llamadas avanzadas y contemporáneas por las cada vez mayores desigualdades sociales, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobre, que crecen en un número considerable. El norte está por encima de sur; donde las personas de color siguen padeciendo la cruz de la xenofobia y viven como esclavos en pleno siglo XXI, en su propia tierra, por culpa de la minoría blanca que tiene el monopolio del poder económico.
En países que presumen de ser ejemplos de libertad y democracia se viven innumerables casos de xenofobia contra las personas de color. Se acerca un negro a una tienda de la ciudad y al momento se ve rodeado por varios residentes para intimidarlo y que desista de quedarse. Esto acontece desgraciadamente, enn demasiadas ocasiones, en muchos lugares del estado norteamericano de Nueva York, que es todo un ejemplo de diversidad multirracial.
Mientras todo esto sigue sucediendo nos queda el legado de un luchador por la paz y la tolerancia, Nelson Mandela. Millones de africanos continúan “resignándose” ante el poder de los antiguos colonos, mientras éstos viven con todo tipo de lujos, a pocos metros hay millares de personas que malviven en sus chozas o pequeñas cabañas, sin agua corriente, sin saneamiento y comiendo, con suerte, una vez al día y esto a pesar de trabajar de sol a sol a cambio de un salario de miseria.