No entendió nada: tuvo que repetir sus declaraciones pues, cincuenta y dos veces antes, no había convencido a nadie. Fue obligado por la oposición. Y es que, además de sus señorías, en la calle nadie “tragó” que no supiera nada, no le constara nada y nadie le había contado nada.
Y es que el desconocimiento sobre temas tan sensibles, que tuvieron tanto eco en los medios y ante los tribunales, sobre la corrupción en su partido, no “cuela”. Y menos aun cuando ya hay pruebas como los de quienes dieron dinero y los que lo recibieron.
Y cuando al propio interesado se le “vio” en la tele ¡bendita hemeroteca! explicando cómo se hacían las cuentas en las campañas electorales que dirigió en varias ocasiones entre 1994 -2000: tanto para carteles, esto para anuncios en la radio, etc., que ahora niega conocer.
Por si fuera poco el partido que le sostiene está acusado formalmente de tener una caja ”B”, de pagar con dinero negro las obras de Génova.
Tiene embargada una sede, varios coleguillas (hemos contado cincuenta y tantos) entre la cárcel y los juzgados) con condenas y una serie de datos que parecen concluyentes.
Su nueva intervención, que es la penúltima, pues tiene que volver a explicar lo que no fue capaz de hacer ya en cincuenta y tres ocasiones, sirvió para afianzar la idea general que los ciudadanos (un 49 por ciento) tienen asumido: hay corrupción, el Partido Popular es el partido con más encausados y, es sabido que él, Mariano Rajoy, presidente del partido al que se le investiga desde hace más de quince años, no goza de la confianza de los españoles, pues es el político peor valorado.
Ya. Y lo votan. Ese es un misterio parecido al que convirtieron a Jesse James en un héroe y a Hitler en el ganador de unas elecciones o a Franco, aclamado por los veinticinco años de paz.
Está acorralado y no vale el comodín de Venezuela, el raca-raca de la economía, la secesión catalanista y los atentados ni el porvenir pintado de rosa, ante un presente sucio, embarrado, con amnistías rechazadas por los tribunales, acusaciones ya contrastadas y el descrédito internacional. Y es que sus propios argumentos se vuelven un boomerang: si no se enteró de nada, malo. S
i miró para otro lado, indefendible. Si está instalado en la falsedad, peor. Ni los que le apoyaron en los presupuestos –PNV, C’s– le creen.
Está acorralado.