La llamada del alcalde de Nueva York no acaba de llegar. El todopoderoso Caballero, don Abel se va impacientando; lógico, pues semejante despliegue en lucerío navideño no se hace para que Bill de Blasio pase de telefonear. Hasta Rudolph Giuliani hablaba alguna vez con Paco Vázquez, el coruñesismo hecho hombre, en los tiempos en los que las conferencias de larga distancia. Ahora todo va por satélite y ni así. Pero eso no es nada; el regidor de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, ha demostrado también que es malo como un demo. Resulta que ha fondeado en la laguna Rodrigo de Freitas el árbol flotante de Navidad más alto del mundo. Mide nada más y nada menos que 70 metros y está compuesto por 900.000 bombillas led. Que reto más ilusionante para el año que viene sería botar al Lagares un árbol de, por ejemplo, 200 o 300 metros de altura. Con tal de que no sea un eucalipto todo irá bien.