A vueltas con el reloj

Este fin de semana una vez más se llevó a cabo el ya tradicional cambio de horario de invierno. 
En la madrugada del sábado al domingo, las manecillas del reloj se atrasaron una hora para de esta forma recuperar el adelanto que habían sufrido con la llegada del verano. 
La justificación que se da a este cambio horario es la del ahorro energético. Supuestamente los cambios en verano e invierno nos ayudan a reducir el consumo energético en un 5%, lo que en el caso de España supone un ahorro de casi 300 millones de euros, 90 de los cuales corresponderían a los hogares, que de esta forma verían como su factura eléctrica se reduciría en 6 euros al año.
Pero, aunque esta es la versión oficial, hasta la fecha no hay ningún estudio que avale esta decisión. Más bien al contrario, hay muchos estudios que plantean que los cambios de horario no están justificados ni por temas de eficiencia energética ni mucho menos de salud. 
Y es que, aunque es cierto que ganamos una hora de luz en una de las franjas del día, no lo es menos que en la otra la perdemos. 
Un estudio llevado a cabo en 2008 en el estado de Indiana, en los Estados Unidos, demostró que esto era cierto al comprobar como lejos de ahorrar energía el consumo eléctrico aumentaba en un 1%. No ha sido el único estudio que apunta en este sentido.
Además de que el cambio de hora parece que no sirve para ahorrar energía, también hay muchos estudios que apuntan a los problemas que para nuestra salud tienen. En concreto resulta mucho más traumático el cambio de verano que este que ahora hemos sufrido. Y es que perder una hora de sueño, aunque pueda parecer trivial, no lo es tanto.
Un trabajo llevado a cabo en Finlandia demostraba como no solo se acortaba el tiempo de sueño, sino que su eficacia se reducía en casi un 10%. 
La relación con una mayor tasa de accidentes de tráfico o los riesgos de padecer un infarto también están relacionados de alguna forma con este cambio de horario, contra el que cada vez se levantan más voces, pero que parece que nadie se ha planteado en serio el dejar de practicarlo. 
Y es que a veces, la fuerza de la costumbre pesa más que la razón y las pruebas científicas. No estaría mal que estas decisiones tomadas en su día sin mucha fundamentación, ahora que el peso de la evidencia las cuestiona, fueran revisadas.
 

A vueltas con el reloj

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