Cuando los mareantes llegaron al Ayuntameinto de A Coruña aseguraron que había llegado la fase de la transparencia. A xente do común tomaba el palacio de María Pita y se iban a levantar todas las alfombras y a abrir todas las ventanas para que no quedara ni sombra del “antiguo régimen”. Sin embargo, aquello de la transparencia (como lo de abrir el Ayuntamiento al pueblo) se quedó en un bonito eslogan vacío de contenido (como casi todo lo que rodea a la Marea Atlántica). Ahora, asentados en el poder y con la inacción como bandera, los ediles del cambio recurren a cuanta artimaña tienen a su alcance para oscurecer hasta el negro más oscuro, cualquier ámbito de su gestión. No consiguen presentar los documentos de control a tiempo y cuando lo hacen van incompletos y hasta han hecho de los contratos menores (esos que son opacos, incontrolables y manipulables) su modus operandi por excelencia. Dos ejemplos rápidos de quien se ampara en la burocracia para no tener que rendir cuentas de su labor. Eso sí, a falta de documentos, los mareantes recurren a la publicidad, aunque eso recuerde demasiado a quien proponía repetir mentiras para conseguir inventar verdades.