La inocencia como regla. Eso es lo que establece el principio de presunción de inocencia. Un mecanismo que trata de que, aunque todo parezca indicar lo contrario, nadie ha hecho nada incluso si sale en los telediarios esposado mientras baja de un furgón policial. O si los vecinos dicen que tenías cara de mala persona a pesar de que siempre saludabas en la escalera –ya se sabe, todos los asesinos en serie tienen la costumbre de saludar en la escalera– y sacabas la basura a su hora. Es verdad que los periodistas intentamos ponerle siempre delante ese “presunto” que sirve lo mismo para curarse en salud que para que no entre nada más en el titular pero que no resulta todo lo efectivo que debiera.
Pasó con los dos detenidos por yihadismo en Vimianzo y Arteixo. El revuelo del arresto fue tal que pocos pusieron –pusimos– en duda que pudiera haber habido algún error. Algunos incluso ridiculizaron a la mujer de uno de ellos, que ponía en duda que fuera un terrorista. La inocente, pensaron, es ella. Hablamos en las tertulias de las amenazas terroristas, de Al-Andalus, de la catedral de Santiago y de que a Galicia llega todo tarde, desde el AVE hasta la primavera, pero si el milenarismo va a llegar, el yihadismo ya está aquí. A los dos días, Abdelkader Redjimi y Abdelkrim Tergou fueron puestos en libertad, lo que provocó casi la misma sorpresa que la detención inicial. Entonces las palabras de su mujer ya no parecían tan descabelladas y los que corrieron a por las horquillas y las antorchas para el linchamiento decidieron cambiar de tercio.
En cierto modo, es comprensible que nos alarme la posibilidad de que el terrorismo se instale en el pueblo de al lado. En Arteixo. En Vimianzo. Atentados tan horribles como el de la sala Bataclan en París hacen que con solo escuchar la palabra “yihadismo” corramos a cerrar puertas y ventanas cada vez que vemos un velo o una chilaba. Esto me recuerda ese vídeo de humor que circula por las redes sociales en el que la gracia consiste en que un tipo vestido de árabe va paseando y, al acercarse a un grupo, tira la mochila y sale corriendo. Ni que decir tiene que los que ven caer el paquete huyen como si quisieran batir el récord de Unsain Bolt.
Y, entre todo este jaleo, pocas veces nos paramos a recordar la presunción de inocencia. En este y en cualquier otro caso, desde los malos tratos a la corrupción política. Podríamos excusarnos con las prisas y lo rápido que hay que producir para sacar el trabajo del día adelante pero lo cierto es que, cuando se demuestra que la noticia no era tal, no ponemos el mismo empeño en desmentirla. Como prueba, busquen en Google las palabras “yihadista” y “Vimianzo” y verán cómo salen todas las noticias de la detención pero, hasta llegar a la cuarta o quinta página, no aparece ninguna sobre la liberación. El “queda absuelto” no suele ocupar el mismo espacio en una página que el “es detenido”. En la época en la que hasta Facebook se preocupa de cómo contrarrestar las noticias falsas, los periodistas y los medios tenemos más responsabilidad que nunca a la hora de extremar el cuidado a la hora de informar y de opinar. Si no lo hacemos, entonces los culpables seremos nosotros.