Hasta las tradiciones

Diariamente tengo la sensación de que la gente que me rodea no se da cuenta cómo funciona esto del tiempo. A ver, solo discurre hacia adelante, no hay forma de pararlo y, habitualmente, acarrea consecuencias para todas las cosas, vivas o muertas. Eso si hablamos de “fuera de puertas” porque aquí dentro, Einstein, Hawking y demás mentes brillantes que han tratado de estudiarlo durante décadas se habrían quedado con la boca abierta y quemado sus cuadernos.
Porque esta aldea con concatedral ha sido capaz de lo nunca visto: mantener a toda una población secuestrada en un punto indeterminado entre los siglos XV y XX, convencidos además de que eso es lo mejor que tenemos que mostrar al mundo. Sin meterme con nadie en concreto, que bastante se darán ya ellos por aludidos, vamos a pensar un poco en los puntos culminantes de nuestro calendario local y lo que significan, porque a lo mejor, digo yo, algo se puede cambiar. Como concebir otras formas de celebrar nuestra existencia como “ciudad” más allá de repartir un postre frío bajo la lluvia, o de exaltar el arte de la música con algo que no tenga un mástil pequeño, seis cuerdas dobles y rima –asonante– con rubia. Y no me hagan hablar de cómo atraer el turismo del mundo no católico, una parte bien grande por cierto.
A mí las tradiciones me crispan en general, pero si tenemos que aferrarnos, por eso de los elementos de cohesión de las sociedades, ¿podremos en algún momento sacudirnos el polvo? A lo mejor sería conveniente pedirle a los menores de 200 años que diesen ideas, o introducir propuestas distintas cada temporada a ver si alguna “cuaja” en este colectivo minifundista y “snob” que conforman los ferrolanos.
Yo, que estoy ahí ahí en la edad límite, empiezo por aventurar que nos fijemos en Japón, que no suele destacar por su modernidad, pero que a cambio tiene una de las prácticas tradicionales más hilarantes del planeta. Propongo el I Campeonato de Sumo de Ferrolterra. Primer premio, un viaje a Canarias, segundo, un jamón, y tercero un plato de arroz con leche, por no romper de todo con la historia.

Hasta las tradiciones

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