Son muchos los que en estos días están hablando de la brecha salarial de género. Es sorprendente que se pueda decir que esta se sitúa en el 14 por ciento, 25 por ciento, 30 por ciento y hasta 40 por ciento como dijo una actriz en la gala de los Premios Goya.
El último en sumarse a este galimatías que se presta a cantidades industriales de demagogia ha sido el sindicato de técnicos de Hacienda. Gestha hizo público el pasado lunes un informe en el que asegura que la brecha salarial en España no deja de ensancharse y que actualmente las mujeres cobran un 30 por ciento menos que los hombres, casi medio punto porcentual más que un año antes.
De hecho, para Gestha, la diferencia de sueldos entre unos y otras se sitúa en 4.745 euros anuales. Entre las causas: hay más mujeres que hombres que no llegan a los 1.000 euros al mes.
Sin embargo, hay que decir que el informe de Gestha se ha elaborado a partir de una estadística “Mercado de trabajo y pensiones en las fuentes tributarias” de la que la propia Agencia Tributaria avisa en su web sobre su falta de idoneidad para comparar salarios.
El sindicato de técnicos de Hacienda debería explicar por qué para elaborar su informe se basa, a sabiendas, en datos que el propio emisor avisa de que no sirven para ese fin.
Los datos que sí sirven y se utiliza en toda Europa son los de Eurostat, que mide la brecha salarial de género por hora trabajada. La que, por cierto, le recordó la pasada semana durante el pleno del Congreso la ministra Fátima Báñez a una diputada socialista: “cuando no tienen argumentos, cuestionan las cifras”.
En este sentido, conviene recordar los estudios llevados a cabo por diversos economistas. Por ejemplo, el profesor Rallo, para el que los datos son concluyentes si lo que medimos no son los salarios medios brutos sino igual salario por igual trabajo y en este caso no hay diferencia de salario.
Incluso Podemos reconoce que no hay brecha salarial si hablamos de mismo salario a igual puesto de trabajo, sino que el problema está en que las mujeres trabajan más en sectores peor remunerados, tienen vidas laborales más discontinuos y más periodos de bajas.