La realidad

Me declaro encuadrado en el bando de los “inconformistas”, que es en el que se reciben las “collejas verbales” airadas por parte de los dos bandos en conflicto. El enquistamiento de la situación política y social catalana parece que han venido a instalarse definitivamente en nuestro preocupante panorama actual. No me resisto, por tanto, a expresar mi opinión, dispuesto a que me lluevan los “porrazos” ideológicos contrarios a mis propias ideas.

Cada parte en este conflicto tiene su propia visión de la realidad y cada cual tiene una percepción propia acerca de lo que sería el posible diálogo entre los dos gobiernos. Las líneas rojas y firmes están perfectamente fijadas por las partes y, por ello, el tan cacareado diálogo se convierte en uno para sordos. Ni siquiera aparece en el inmediato horizonte un imposible pacto que materialice la impotencia de cada bando, para llegar a un acuerdo de mínimos. Para Mariano Rajoy y los suyos, está claro que no se traspasará la línea de la autodeterminación catalana, ni de Referéndum pactado y de una posible independencia. Para Puigemont y los partidos independentistas, se da por bueno el Referéndum del 1 de octubre y sus resultados, aunque los partidarios del mismo tengan una “mayoría” del 48% de la población. Tal cifra siempre es una minoría, pero la realidad propia hace creer en estos “milagros” matemáticos. He apurado los últimos minutos antes de finalizar la escritura de esta columna, para poder enterarme del contenido de la respuesta al Gobierno del “Molt Honorable President” Puigdemont, en la que, de nuevo, con cierta dosis de comedida provocación, se responde que ni sí ni no, sino todo lo contrario en cuanto a la declaración de la República Catalana. Está claro y evidente que no acatarán las instrucciones para volver al surco constitucional. La respuesta del Gobierno no nos va a sorprender, aunque Rajoy  no quisiera aplicar el cacareado Artículo 155. En un rápido análisis se me antoja la presentación un pavoroso panorama, que haré en forma de preguntas: ¿Será posible que se cumpla la instrucción de comunicar “in situ” a Puigdemont  y a su gobierno que está destituido? ¿Será posible, en caso de la toma “pacífica”, por parte de masas independentistas movilizadas,  de los aeropuertos, de los edificios que albergan las instituciones catalanas, etc. su desalojo?

¿Habrá suficiente despliegue de Fuerzas Policiales  gubernamentales y se hará posible su actuación contundente sin que se produzcan heridos o, incluso, muertos? ¿Será posible hacerse con el control efectivo de los “Mossos de Esquadra” y de otras instituciones para el control de las administraciones públicas catalanas? La realidad, siempre es tozuda, y aunque con el Artículo 155 todo parece posible, lo cierto es que se hará muy difícil su aplicación real y efectiva, a no ser con el dudoso empleo de la fuerza, o la declaración de los estados de alarma o de sitio, lo cual sería una acción de altísimo riesgo para un gobierno democrático.

Cuando la realidad, por muy real que sea, se percibe de manera virtual, es que las dos partes están ciegas. Ojalá abran los ojos antes del jueves.

 

La realidad

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