Todo le ha salido bien. Tras ser absuelto por el Senado en el juicio político que a la postre es el “impeachment”, Donald Trump se dispone a iniciar la que podría ser su segunda carrera triunfal hasta conseguir la reelección. Es más que probable que el 3 de noviembre vuelva a ser elegido Presidente de los EEUU. Le favorece la división del Partido Demócrata y quien parecía mejor colocado, Joe Biden, ex vicepresidente con Barak Obama ha salido derrotado en el primer caucus que han celebrado.
No es la única baza con la que cuenta. Tiene a su favor que la economía norteamericana lleva 41 trimestres consecutivos en fase de expansión. Trump es un empresario y ha vendido los acuerdos con China -el gran competidor comercial- y los aranceles con los que amenaza a los países de la Unión Europea como la cruzada de quien defiende a la industria y a la agricultura de su país como nadie lo había hecho antes que él. Se ríe de quienes critican sus continuos cambios de asesores y de criterio sobre todo en política exterior pero ha conseguido una conexión con sus votantes que va más allá de la política y se adentra en el campo de la sicología social.
Ha cumplido a medias la aberrante promesa de levantar un muro en la frontera con Méjico pero ha conseguido que sea el Gobierno mejicano quien frene la llegada masiva de emigrantes procedentes de los países de América Central.
Todo alrededor de Trump resulta paradójico. En sus discurso maltrata a los emigrantes y les relaciona con el crimen y el tráfico de drogas pero los sondeos de opinión reflejan que en los Estados dónde hay un porcentaje notable de norteamericanos de origen latino volverán a votarle. Resulta imprevisible en política internacional. Declara la guerra comercial a China y al poco firma un acuerdo que les rebaja las sanciones y compromete a Pekín a comprar productos americanos. Amenaza al dictador de Corea del Norte y luego se reúne con él y se presenta como el guardián de la paz mundial. Incendia el cercano Oriente al trasladar a Jerusalén la Embajada de los EEUU. en Israel y reconocer como territorio israelí las colonias ocupadas en suelo palestino. Ordena matar al jefe militar más poderoso de Irán y la jugada la sale bien porque los ayatollás modulan la respuesta. En resumen, todo le sale bien y no paga precio político ni por su desprecio a la verdad ni por sus feroces ataques a la prensa. Dispongámonos pues, a vivir otros cuatro años más con Donald Trump al frente del país más poderoso de la Tierra.