de los dos gestos del político francés Manuel Valls en su reencarnación como político español, uno ha dado mucho que hablar, y el otro, menos. Del uno, el de su apoyo sin condiciones ni contrapartidas al PSC y a los Comunes para hacerse con el gobierno municipal de Barcelona, se ha hablado mucho, pero reprimiendo la admiración que suscita, en el mercado persa de los pactos, una conducta tan congruente con las ideas, llegando dicha represión a la ingratitud de la principal beneficiaria del regalo, Colau, que ha reiterado su disgusto y su “incomodidad” al aceptarlo. Del otro gesto, el de negarse a estrechar la mano a Torra, el presidente vicario de los independentistas, se ha hablado menos, y ello pese a su aparatosidad y a su elocuencia.
El apretón de manos, gesto de cordialidad y/o de compromiso, expresa la buena intención, la mano limpia y desarmada de las partes que lo ejecutan, de suerte que la negativa de Valls a estrechar la que le tendió Torra en el “besamanos” posterior a la proclamación de Colau como alcaldesa, expresa un significado que apea la descortesía en beneficio de la sinceridad: la mano de Torra no iba desarmada, sino asida al arsenal que la facción carlistona usa contra la mitad de los catalanes y contra más de la mitad de los barceloneses.
Valls es radicalmente contrario al secesionismo y, a pesar de su reencarnación, un político francés, esto es, criado en Francia, donde la política es, sobre todo, un conjunto de gestos. ¿Cómo iba a estrechar la mano de quien ignora ese conjunto y sólo conoce un gesto, el de la exclusión? Aquí no se trata, ni mucho menos, de alabar la trayectoria de Valls, que en su etapa de primer ministro en Francia fue en algunos aspectos cruel y desmesurada, sino en reconocer el valor de un gesto. De dos gestos.
Pero incluso cabría señalar un tercero, también de aire francés: el dibujado por Valls en toda ocasión para expresar su beligerancia contra la ultraderecha y el neofascismo, aquello con lo que Ciudadanos, el partido con el que acudió a las municipales de Barcelona, pacta y coquetea. Gestos. El de negar la mano a Torra resultó algo violento, pero infinitamente menos que lo vislumbrado en esa mano rechazada, mano blanda que daña tanto.