Mucha viveza en el pleno del Congreso celebrado este miércoles. Falta hace, aún a costa de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo aprovechase para desplegar una narrativa parecida a la de una campaña electoral. Dicho sea porque desbordó los motivos la comparecencia y acabó glosando su programa y las medidas sociales tomadas por el Ejecutivo.
Se extendió especialmente sobre las relacionadas con la calidad de vida de los catalanes, olvidados por una Generalitat centrada en la política de las ensoñaciones más que en las cosas de comer. Y por ahí entró en materia. Equiparó Brexit con procés como dos ataques contra la razón, Europa, la historia y el sentido común. En uno y otro caso, la herramienta siempre fue la mentira. Y la resultante ha sido casi la misma: caída del crecimiento, pérdida de poder adquisitivo, menos puestos de trabajo, descrédito financiero y enfrentamientos civiles.
A partir de ahí, renovó sus propuestas de colaboración y diálogo a los dirigentes nacionalistas de Cataluña, mientras elevaba el grado de firmeza en sus advertencias sobre las consecuencias de la pasividad de la Generalitat frente al activismo callejero. Se van a concretar en la exigible respuesta del Estado de Derecho “firme, serena, proporcionada y contundente”.
Contundencia hubo en Sánchez al ratificarse en la decisión de celebrar el Consejo de Ministros del viernes 21 de diciembre en Barcelona. Incluso a costa de desmentir una previa declaración pública del ministro de Fomento, José Luís Ábalos, que había insinuado la posibilidad de desconvocar esa cita del Gobierno por evitar males mayores.
Por desgracia, esos rasgos de firmeza, hasta ahora poco habituales en el contexto de la política desinflamatoria de Moncloa, no tuvieron el menor eco entre los partidos de inequívoca adhesión constitucional. El líder del principal partido de la oposición, Pablo Casado, descalificó en bloque el discurso del presidente del Gobierno y, por enésima vez, volvió a señalarle el camino de las urnas porque “su tiempo y su aventura se han acabado”. Más o menos lo mismo que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que sigue acusando a Sánchez de haberse aliado con “los enemigos de España” y de no estar a la altura frente al redoblado desafío del independentismo catalán.
Mala noticia que los partidos del bloque constitucional no estén unidos frente al avance del caos en Cataluña, últimamente agravado con la entrada de la vía eslovena en la narrativa de Quim Torra y compañía, que inevitablemente se ha relacionado con la pasividad policial por orden superior en los cortes de carretera, con el arropamiento de antifascistas que actúan como fascistas, o con las movilizaciones callejeras convocadas por los CDR y la izquierda radical en contra de la reunión del Gobierno en Barcelona.