Grabación de amor

El filósofo asesino –en clave humorística para quitarle hierro: Dios ha muerto, el mundo es un caos bélico, y o no me encuentro muy bien...– había sabido distinguir, pese a sus turbias reflexiones, que todo cuanto acontece por amor está más lejos del bien y el mal. 
Existe una argamasa creadora, una catarsis redentora, un doy para que des, que convierte cualquier acto volitivo en declaración de silogismo universal afirmativo. Ganas de ofrecerse y servir a los otros. Muchas veces a cambio de nada. Sólo por el placer de satisfacer deseos ajenos y que las gentes alcancen sus miguitas de felicidad. 
Me ha sucedido estos días y yo se lo comento a ustedes. Muchas ocasiones reparo en si soy vanidoso y juzgo interesante lo que me sucede cuando a los lectores quizás les importa tres pitos. ¿Poseo afán excesivo de ser comentado? ¿O actúo como simple lazarillo para iluminar el sentido común? 
Lo cierto es que estoy reñido con las tareas domésticas y soy incapaz de arreglar unos plomos fundidos o clavar una punta. Trasladen estas inoperancias a la época que me ha tocado vivir y el resultado depara infinitud absoluta.
Desde tal perspectiva pueden analizarme. Soy hombre de sueño ligero, presto a encender la luz de la mesilla de noche tan pronto el insomnio acude a visitarme. Y como tengo auténtico pavor a ingerir píldoras –siempre peligrosas por las “caídas” que pueden deparar– he dado en utilizar un teléfono con casquillos y escuchar música hasta ser acogido por los brazos de Morfeo... 
Pero ahí empieza mi vía crucis: primero para que funcione bien el artilugio; más tarde, buscando los temas que me gustan. No soy exigente. Solo la quiero variada. Y vino a verme el buen destino en las manos de un nieto, gracias a su habilidad de solucionar problemas iniciales, después buscando hilos musicales variados. Vocación cumplida requetebién al servicio del amor. Pasaporte de una grabación personal para acceder al Paraíso. 

Grabación de amor

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