Hay que ver cómo es la casualidad. Cuando el mes pasado Australia se empeñó en decir públicamente que quería investigar la gestión del Gobierno de China durante los primeros compases de la pandemia, desde el país oriental avisaron con menos sutileza que la de la Cosa Nostra de que lo mismo perdían su gusto por los productos australianos, para los que uno los grandes mercados es, precisamente, el chino. Y resulta que cuando un centenar de países se suman a la petición de Australia China veta las importaciones de carne de cuatro empresas oceánicas e impone aranceles a otras importaciones como la de cebada. Todo por casualidad. Sin sospecha alguna de venganza o castigo.