Sin perder la esperanza ni la fe

uando escribo este artículo, aún es muy fuerte el dolor que siento por el atentado de Barcelona, ejecutado, dicen, en nombre de un dios y que solo es el “sinsentido” de una minoría intransigente y totalitaria que se cree iluminada. Un dios no ordena matar. Ante tal barbaridad, el resto de noticias quedan en segundo plano. 
Hoy importa menos si los cardenales más conservadores avivan el debate de la amenaza del cisma. Tampoco si la “Amoris Laetitia” va o viene; o si la “dubia” de los cuatro cardenales dirigida a Francisco y que pretende enfrentarlo a las tesis del papado de San Juan Pablo II (anda que no lo hicieron santo rápido) y solo busca animarlo a marcharse, o a echarlo. 
Y muchos menos ánimos para escribir, y son cosas menores que además cada vez me gusta menos referirme a ellas, sobre nuestra moribunda Diócesis que sigue su camino, pero más vieja, cuesta abajo desde que el Obispo Gea (D.E.P.) la dejó media muerta. 
Todas estas cosas, repito, no importan, porque el protagonismo de mi pensamiento lo tiene Barcelona. 
Qué hacer para evitar estas matanzas, es la pregunta. La respuesta no puede ser la violencia; nunca resultó y siempre sufrieron quienes no deberían, los más débiles. 
La que gana fuerza es la del Papa Francisco, cuyo último testimonio público fue su viaje a El Cairo, a la Universidad Al Azhar y la reunión con el Imán Ahmed Al Tayeb. La diplomacia es lenta, y la religiosa más, pero dará su fruto. Los Imanes son los únicos que pueden ayudar a parar esta locura.
 Por imitar al Papa ¿por qué nuestra CE no convoca un acto por la paz y la convivencia e invita a los Imanes que están en España a unirse y juntos, musulmanes y cristianos, participamos?  
Costará trabajo, pero quizás evangelice más tal acción que discutir si el divorciado casado puede comulgar, o que rotar a los curas de nuestra Diócesis, después de un año de estudio de problemas, es la solución diocesana. 
En fin… también echo de menos mas presencia mediática de las declaraciones hechas por los Obispos. 
Algo sigue fallando. Pero aún así, tengo fe y esperanza en que estas cosas no sucedan más.

Sin perder la esperanza ni la fe

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