ientras jugaba con la especie inocentada de que Puigdemont estaba en la Ribera Francesa, un catalán más imaginativo que yo y tan desocupado, probablemente en una reunión tabernaria se sacó de la manga la suya: El engendro de Tabarmia. Pase que la Constitución esta permita el desgaje de una provincia de alguna comunidad autónoma, para constituirse en una comunidad uniprovincial nueva, mientras no permite que una autonomía existente ahueve del abrazo de osa de la maternal España. Pero esta es otra historia. De todos modos, parece que hay gentes de derecha antiindependentista a las que hace gracia el asunto tabernario. Pues cuidadín nenos; se berrunta que el Tribunal Constitucional está preparando el “155 bis” para aplicarles el cuento a los Tabernarios. Y es que ese engendro no tiene el valor del rotundo y libertario grito de ¡Autonomía para el Muelle! que antaño sonó en Ferrol, y que cuando lo repito en ayunas aún me abre las carnes.