Los contenedores y las ocurrencias de los activistas culturales de Ferrol

Entre políticos, asesores, cuentacuentos y activistas culturales está de moda la expresión “contenedor” (incluso a alguno se le escapa “recipiente”) para designar cualquier espacio, abierto o cerrado, con techo, sin techo o con goteras, donde pueden llevarse a cabo cualquier clase de actividades culturales. Esta horrible palabra vale, por lo tanto, para referirse a espacios museables, auditorios, salas de exposiciones, centros culturales, bibliotecas y todo aquello que pueda albergar algún “evento” (otra palabreja empleada últimamente).   
Debe recordarse que realmente se pueden contener las sardinas, la salsa de tomate o la basura reciclable, no así la cultura, que por naturaleza es incontenible. El día en que la cultura pueda contenerse entre cuatro paredes o en la mente de algún preboste político, por propia definición se acabó la cultura. Tal vez en esas sardinadas culturales que fomentan muchos políticos a la moda esté la clave de lo que se considera cultura. 
El Foro de Amigos de Ferrol recorre los contenedores culturales de Ferrol, comenzando por el desprestigiado Centro Cultural Torrente Ballester, incapaz de dedicar alguna sala de forma continuada a los pintores y artistas locales. La antigua sala de autopsias, hoy Sala de Proyectos, un atractivo espacio abovedado, parece el lugar adecuado para que los artistas ferrolanos expongan su obra. 
La adquisición por parte de la Fundación ABanca del antiguo Gobierno Militar en la plaza de la Constitución, permitió contar con un amplio espacio dotado de salón de actos y varias salas para acoger exposiciones, conferencias y otras actividades. Tras un prometedor comienzo con actos de interés, su gestión actual es un ejemplo negativo para la ciudad al no ofrecer espacio alguno a los pintores y artistas ferrolanos. 
Tristemente desaparecida la Galería Sargadelos, un lugar abierto a todos y la única entidad interesada en la cultura local, la sede de Toxos e Froles se encuentra desaparecida, el Ateneo Ferrolán desarrolla una hiperactividad de actos sin interés y el Casino Ferrolano ofrece su errática programación. El Club de Prensa sigue su monótono camino, continuando las carencias de las entidades sin techo, como el Liceo de las Artes y la Sociedad Artística Ferrolana, y los pintores y artistas ferrolanos no encuentran un lugar que acoja sus trabajos. Van a tener que regresar a la simpática costumbre de pintar Meninas en las ruinas del barrio alto.
En cuanto al museo de la Construcción Naval (Exponav), debería dedicarse a temas específicos de su especialidad, en vez de ser un lugar todo terreno donde se presenta una exposición sobre el Camino Inglés o una muestra de vinos. Las últimas exposiciones presentadas en Exponav, sobre la Escuela de Máquinas y la figura del marino Blas de Lezo, tenían que haberse celebrado en el lugar que les correspondía, o sea el Museo Naval, un museo que parece hacer dejación de sus deberes. 
Mientras las diferentes exposiciones sobre la Semana Santa ferrolana siguen su errante itinerancia, la Autoridad Portuaria persiste en el error de presentar exposiciones en su sala de Curuxeiras, alejada del centro, cuando esa sala debería ser el lugar de recepción de los viajeros llegados a Ferrol por vía marítima, incluyendo la venta de recuerdos y el reparto de información turística. 
 La Biblioteca Municipal va llevando a cabo exposiciones culturales de cierto interés, al contrario de la Universidad, tan alejada de la ciudad en el aspecto cultural. El Centro Cultural Carballo Calero sigue tan paralizado como siempre, mientras el Colegio de Arquitectos celebró su última exposición al aire libre, en la plaza de Amboage. 
Para terminar, se anuncia la última ocurrencia municipal: convertir el cementerio comercial de Porta Nova en un contenedor social para asociaciones de todo tipo, en vez de utilizarlo como un centro asequible para emprendedores, últimamente tan necesario en la ciudad.

Los contenedores y las ocurrencias de los activistas culturales de Ferrol

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