ahora mismo, ya no queda ninguna duda de que Alcoa está tomándole el pelo al Gobierno, a la Xunta, a los ciudadanos y, por supuesto a los trabajadores, con el agravante de que estos últimos, además, se están jugando su pan. No es de recibo que la compañía, ahora que ha aparecido un comprador fiable, dispuesto a asumir el riesgo de producir aluminio en Galicia, haya presentado nuevas alternativas a lo que antes era inevitable: el cierre de la planta de producción. Parece claro que, en el fondo, la multinacional norteamericana (cómo no), piensa en clave geoestratégica, calculando sus movimientos según su propia conveniencia. Por ello, ya es hora de que se le paren los pies y se le obligue a respetar a sus empleados.