La vida en el mundo desarrollado es una comodidad de naturaleza electrónica, de complejo algoritmo e implementación sumariamente reglada en la que un ejército de virtuosos ingenios diseñados para hacernos la vida más fácil nos asisten sumisos en aquellas tareas cotidianas y extrordinarias más penosas.
Fieles servidores a los que por el momento podemos esclavizar sin descrédito por parte de ningún colectivo de liberación. Artículos de lujo en los que gastamos los haberes obtenidos a fuerza de esclavizarnos al solo objeto de llegar a casa y poder dedicarnos a no hacer nada.
Cacharros de horas contadas que un día se detienen y tienes que echar mano del manual de instrucciones y leerlo a fondo para confirmar que no sabes qué es lo que les ocurre y corroborar que la garantía ha caducado.
Si al tiempo perdido en aprender a hacerlos funcionar le sumas el extraviado en intentar repararlos y a ese le añades el dilapidado en el afán de ganar el dinero con el que adquirirlos, serás consciente del dispendio.
A fin de remediar tal perversión he comenzado a redactar mi propio manual de instrucciones, que iré entregando a cada uno de ellos para que conozcan mi naturaleza, utilidad y cuidados, y si enfermo, me sepan reparar como es debido y si es el caso, reciclar como está ordenado, porque nosotros al igual que ellos somos víctimas de un proceso de absolescencia controlada para un fin idéntico: que no se detenga la cadena de producción.