La ciudad coruñesa no brilla por su limpieza, sino todo lo contrario y el alcalde sigue con su visión de que La Coruña goza de una impoluta limpieza, cuando todo el mundo observa una suciedad nunca antes vista, acompañada de un abandono sin parangón en la historia local. No puede ni debe entrar en las valoraciones efectuadas por una organización que defiende a la sociedad en su conjunto. El alcalde fue elegido para que la ciudad funcione y no entrar en polémicas infructuosas. La parte de su cometido es hacer una ciudad al gusto de los ciudadanos y no lo ha cumplido. Por tanto no debe entrar en asuntos que no le competen y sí tomar medidas, sobre las que tiene competencias, cosa que no ha hecho en estos últimos cuatro años,. Solo un polémico carril-bici, que eliminó numerosas plazas de aparcamiento. No gusta a nadie, ni a propios, ni a extraños, además trajo complicaciones al tráfico rodado con la estrechez de las calzadas y las paradas de bus fuera de su lugar natural, lo que para al resto de la circulación y ocasionan molestias a los conductores con esperas inútiles, porque así lo ideó algún concejal.
Que la ciudad está sucia o muy sucia es la realidad de cada día; que no se quiera ver o se disimule por no asumir la responsabilidad de quien tiene las competencias municipales de limpieza es harina de otro costal. Es exponer otra cosa en lugar de ver la palpable realidad que salta a la vista.
No se han hecho los deberes; por supuesto, la suciedad no se puede obviar. Está ahí y se ve, repele y deja olores indeseables, pero siempre habrá alguien que sugiera que la realidad de lo que se ve. No es cierto, también se le cambia el nombre por decir lo contrario de lo que hay.
Esta corporación pasará a los anales de la historia con más pena que gloria, con un rosario de actividades que quedan pendientes para quizás una próxima legislatura, como la falta de limpieza en las calles, las pintadas que se agolpan en todo tipo de lugares y un carril-bici que no convence, la expulsión de los vehículos de la Ciudad Alta, sin tomar ninguna medida para revitalizar el entorno y hacerlo más humano, la eterna doble fila sin solucionar, licencias que se demoran en el tiempo, parques y jardines, abandonados, aceras y calzadas, con inevitable falta de arreglo y, por supuesto, de asfaltar las del centro de la ciudad (Marina, Rúa Nueva, Cantones, Sánchez Bregua. Linares Rivas y San Andrés, entre otras) y así un largo etc. Sin olvidarnos del problema del tráfico que soportan los túneles de María Pita-Parrote, cuando también se podían habilitar carriles en superficie para desviar la circulación y no exponer aquel vial a tanta densidad de tráfico en caso de posibles emergencias y sobre todo del olvidado centro de salud de Santa Lucía, al que se la ha dado y se le da largas por parte de la Marea.
La oposición se queja con razón y los ciudadanos también, pero para la Marea, según su percepción, esta es una ciudad de ensueño por su resplandor. ¡Ver para creer! Dentro de unos días elecciones, ya veremos lo que acontece; por el momento todo es posible.