¿Qué nos queda?

El pasado 30 de abril Ferrolterra volvía a salir a la calle para pedir hechos y no promesas. Sus ciudadanos/as, cansados de tantas palabras bonitas en campaña electoral con avales incluidos, y a grito de ¡Rajoy dimisión!, están perdiendo las pocas esperanzas en la construcción de un dique que sacaría a esta comarca de la muerte lenta a la que está sometida, y cuyos números siguen avanzando sin que nadie quiera hacer nada para detenerlos.  En las últimas semanas, hemos ido conociendo unos datos alarmantes sobre España, como que existen 5.000 personas que han dejado de cobrar cualquier tipo de subsidio en la comarca o que 650.000 personas se encuentran en situación de exclusión social en el país. También conocíamos los denunciados por  Cáritas Europa, que dice que tenemos una tasa a la alza de un 20% de población infantil en “situación de pobreza” y recalca que las medidas de austeridad (no a todos/as) han fallado a la hora de solucionar problemas y generar crecimiento. El dato es alarmante a la par que trágico si se tiene en cuenta que la educación se postula como el sistema capaz de combatir la transmisión intergeneracional de la pobreza. Pero no sólo ese informe revela la tasa infantil sino que aparte dice que el 10,6% de las personas mayores se ven seriamente afectados por la crisis, ya que la pobreza en ellas ha sufrido un aumento significativo. Además, otro 12% de la población española no gana lo suficiente para escapar de la pobreza, lo que obliga a estas personas a emigrar para buscar una solución a sus vidas. La merma en la disminución de las prestaciones sociales por parte del Gobierno del Estado lleva a las organizaciones no gubernamentales a redoblar esfuerzos para intentar paliarla, pero a su vez ese supuesto ahorro lo utilizan para rescatar las autopistas, cuyo importe serviría para salvar los hogares sin ingresos. Ante estos índices que producen tanta tristeza no podemos echar la vista hacia otro lado; debemos comprometernos con una ciudadanía cada vez más mermada y golpeada por estos gobiernos central, autonómico y local del PP, y debemos decir claramente el 25 de mayo que no los queremos, que se vayan –empezando por Europa–, porque los gobiernos que no miran por el bienestar de sus ciudadanos no son gobiernos “ni son ná”. Y que no tengan la desfachatez de salir luego y decirnos frases como la mítica de “España va bien”.

 

 

¿Qué nos queda?

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