i, como se insinúa más o menos abiertamente, quedan rescoldos de aquella llamada “policía patriótica” que fue brasero de la legalidad y la decencia democráticas, y que de ellos pueden haber saltado chispas como la del informe enviado por la Guardia Civil a la jueza Rodríguez-Medel, nos hallaríamos ante un suceso gravísimo en sí mismo, por mucho que cuanto le rodea, la apresurada instrucción del caso 8-M contra el delegado del gobierno en Madrid en pleno confinamiento y con plena vigencia del Estado de Alarma, las vacilaciones y argumentaciones pueriles del ministro del Interior en torno al cese del coronel De los Cobos, el desconcertado ruido suscitado por ello en algún sector del Instituto Armado, y la ciega cuando no brutal insistencia de la oposición en señalar la manifestación feminista del pasado 8 de marzo como origen y causa de la epidemia y al funcionario que la autorizó como el más perverso enemigo del pueblo, también adolezca de su gravedad correspondiente.
En medio de esa niebla tan espesa y desorientadora, hay dos cosas tan claras y visibles que se sobreponen a ella: que, circulando ya el virus libremente por Madrid, se debió actuar con mayor lucidez política en relación a las concentraciones ciudadanas de todo tipo, máxime cuando su expresión más letal se hallaba a las puertas, en la vecina Italia, y que el dichoso informe de la Guardia Civil elevado a la jueza más parece el argumentario de la derecha contra la gestión del Gobierno frente a la epidemia que una crónica objetiva, elaborada tras pesquisas profesionales y serias. Más inquisitorial que informativo, el informe, plagado de errores, omisiones, bulos e incoherencias, tal vez debió, por su menesterosidad formal, ser rechazado en el acto por la instancia requiriente.
Por si algo le faltaba a esa derecha agreste y vencida hacia los delirios políticos de Vox para nutrir los arsenales de su frustración, que no es otra que la derivada de que gobierne la izquierda, ahí está el informe ese que avala, así lo cree, el bombardeo de denuncias judiciales y de insidias mediáticas contra el Ejecutivo con que pretende, ya que no con el discurso político, cargárselo. Tal es su aportación a ese necesario pacto de reconstrucción de España tras los meses de horror y devastación que ha sufrido.