El camino de ascenso a la ermita de Chamorro estaba ayer mucho más concurrido que la calle Real. El espléndido sol que brilló desde primera hora de la mañana animó a miles de personas a cumplir con una tradición romera que en demasiadas ocasiones se ve frustrada por la lluvia. No fue este el caso. En torno a las doce del mediodía, numerosos grupos de personas ponían rumbo a Chamorro desde la ciudad y otros muchos llegaban en coche hasta Serantes para, luchando por encontrar un lugar donde aparcar, emprender la caminata monte arriba.
Los atuendos deportivos y las mochilas eran lo más habitual entre los romeros, si bien se desmarcaban de esta imagen las personas de edad avanzada–seguramente más guiadas por la devoción que por el afán de pasar un día en contacto con la naturaleza– y algunas otras que no prescindieron de las medias ni de las lentejuelas y demás brillos para participar en la tradicional jornada del Lunes de Pascua. Otros prefirieron las bolsas de plástico para llevar lo imprescindible: un bocadillo y agua en abundancia.
Los hubo, y no pocos, que subieron el empinado y estrecho camino con carritos de bebé y a otros muchos les costó incluso más el descenso –por el riesgo de “culadas”– que el ascenso.
el negocio
Antes incluso de llegar a la primera de las estaciones del viacrucis que jalonan el camino –donde los caminantes depositaban pequeñas piedras para cumplir con la tradición– ya se asentaban algunos “negocios”. Un grupo de niñas vendía diseños realizados con “beados” –diminutas piezas de colores con las que se confeccionan abalorios–, a la puerta de su casa.
Pero el verdadero espíritu de Chamorro se manifiesta en las velas y exvotos que, junto con las rosquillas, se agrupan en los puestos que saturan el entorno de la ermita, y en el olor a churros y empanada, mezclado con el de la cera, que se pega inevitablemente a la ropa, aunque se trate de un espacio abierto y, desde luego, más que aireado. Esa es la estampa en blanco y negro de la romería, la que permanece inalterada desde hace décadas. La modernidad la ponen los globos de personajes infantiles y los polos de sabores, los jóvenes tatuados y las imprecindibles gafas de sol.
Chamorro sigue siendo una fiesta, pero ahora no se pueden encender velas en el interior del templo, y no es de extrañar dado el historial de incendios de la ermita, el último hace apenas unas semanas.
el ocio
La procesión y los gaiteiros siguen fieles a la cita anual, aunque ahora buena parte del espacio esté ocupado por una antena gigante para poder retransmitir las imágenes sin problemas y aunque Andreita y Brais ya no graben el testimonio de su amor en un árbol –la verdad es que no hay muchos, llegados a este punto– sino que lo plasmen en un grafitti en medio de una de las paredes de la ermita.
Por lo demás, siempre hay en la romería personajes curiosos, como el “músico autónomo” Omelyan Grabets, que facilitaba sus números de teléfono móvil para contrataciones aunque la gente se empeñase en preguntarle a qué hora era la procesión; o el vendedor del “Mentireiro verdadeiro”, esa biblia del agricultor gallego a la que se le puede sacar partido no solo para las cosechas sino para saber cuándo programar una excursión campestre.
Y todavía queda quien se sorprende cuando Nuestra Señora del Nordés sale en procesión. Cuando ven esa pequeña imagen, que apenas se distingue en el recorido por encima de los tenderetes, ennegrecida por el humo de los cirios, pero que sigue siendo la Virgen de los ferrolanos.