Hay ocasiones en las que las circunstancias llegan a superarte, en las que una mala racha se concatena con la siguiente hasta formar una bola de nieve de la que resulta imposible escapar. Así se sienten Rocío Núñes y Juan José Rivas, dos emprendedores que, a pesar de no dejar nunca de luchar, se encuentran en un atolladero del que nadie les permite salir.
Rocío, diseñadora natural de México, y Juanjo, profesional de la construcción oriundo de Ferrol, se encuentran atrapados en una espiral de deudas y juicios. Esta pareja con tres hijos inició su periplo años antes de la recesión económica de 2008 con una empresa de montajes y reformas que se vio fuertemente afectada por la mencionada crisis. Cuando las vacas flacas llegaron en lugar de lamentarse decidieron reinventarse y utilizar un bajo comercial de su vivienda de Serantes para montar un restaurante charro que, a pesar de abrir durante la denominada “gripe mexicana”, logró salir adelante gracias a la autenticidad de sus platos. A pesar de esto tuvieron que pedir un préstamo personal para reformar el local, además de la hipoteca que ya tenían por el inmueble.
“Nos habían concedido un préstamo personal para rehabilitar el local que nosotros pagábamos puntualmente, pero cuando comienza la crisis el banco nos ofrece una reestructuración, nos dice que van a juntar el préstamo personal y la hipoteca y que nos queda en una sola cuota. Cuando firmamos, como teníamos la cabeza en mil cosas, no nos dimos cuenta de que en realidad eran dos hipotecas –sobre el valor del inmueble, que era la que ya teníamos, y esta nueva–, así que nos vemos con dos facturas”, relata una desolada Rocío.
Letra pequeña
En un principio no le dan importancia. El restaurante les ocupaba la mayor parte de su tiempo y las ganancias cubrían todas las facturas. La situación les da confianza, aunque Rocío comienza a sentir nostalgia por su tierra, así que cuando un antiguo jefe de una empresa de obras les propone ir a México a extender su negocio no se lo piensan dos veces. “Le cedimos el local a un amigo a cambio de que él se encargase de la gestión y de pagar la hipoteca y nos fuimos a México”, aclara Rocío. “Esta empresa nos envía un contrato para que trabajásemos en exclusiva para ellos. Ellos comienzan a mandarnos cada vez más proyectos; la base era México pero hacíamos obras en Honduras, Costa Rica... Así que él [Juanjo] fue captando gente en México para que fueran con él y lo ayudasen en los montajes. Todo iba bien, así que los dueños de la compañía principal nos dicen que van a abrir una filial allí en México y que querían que fuésemos los encargados no sólo de ese país, sino de toda América Latina. Nos reunimos con ellos y nos hacen una propuesta, aunque nunca la hacen en firme, nunca se firma nada. Se habla de que Juanjo estaría en nómina, con un sueldo y ya como encargado, no autónomo, sino como parte de su empresa”.
Sin embargo la compañía resultó más opaca de lo que en un inicio parecía, prolongando sin concretar la promesa durante demasiado tiempo. Meses después, tras varios proyectos en común, Juanjo y Rocío deciden que, dada la situación, deberían trabajar como una subcontrata de la compañía. “A ellos no les parece bien y el último trabajo, en el que habíamos invertido 10.000 euros para pagar a los empleados, los materiales y las herramientas, dicen que se acabó. Les decimos que no pasa nada, que no hace falta que nos paguen, únicamente que nos abonen esos costes y recojan esas herramientas que nosotros ya teníamos las nuestras. Ahí hubo mala fe”, señala Juanjo.
La empresa se niega a pagar las herramientas, dejando a Rocío y Juan José con una deuda de 10.000 euros. A la vez los antiguos arrendatarios del restaurante deciden trasladarse, por lo que no queda nadie en Ferrol para hacerse cargo de la hipoteca o ayudar a alquilar el local. Vista la situación tratan de ponerse en contacto con el banco en busca de una solución. Desde España, la entidad –Caixabank– no deja de poner excusas y prolongar el problema, hasta llegar al punto de hacerles solicitar la dación de pago. “El chico del banco nos daba esperanzas”, asegura Rocío, “nos decía que a lo mejor la semana siguiente podía hacer algo y tal. Ahora sabemos que es una táctica de la entidad para darte largas. Un gestor me dijo que mandásemos un escrito para que constase que oficialmente estábamos pidiendo la dación a pago. El Código de Buenas Prácticas establece que hay que solicitarla antes de que debas. Lo enviamos en 20016 y desde entonces el banco da respuestas vagas”.
Regreso forzado
Finalmente, ante la imposibilidad de lidiar con los problemas desde México, deciden volver a Ferrol para poder aclarar las cosas, cobrar la deuda y tratar de alquilar su antigua vivienda. Por supuesto no se esperaban lo que encontrarían aquí. “Cuando volvemos la entidad nos dice que nos ha estado mandando notificaciones y tratando de ponerse en contacto con nosotros y que claro, no sabían de nuestra situación. Ahí vemos que hay dolo. Y ellos nos demandan alegando que hacíamos caso omiso a las notificaciones. Ellos metieron la demanda antes de que nosotros llegásemos; debieron de pensar que no estaríamos y nosotros llegamos justo para recibirla, así que seguimos adelante. Les solicité en la oficina la copia de la segunda hipoteca y me la negaron; pedí la hoja de reclamaciones y se negaron a firmarla hasta que llamé a la policía”, asegura Juanjo.
La gota que colma el vaso viene por parte de Emafesa. Por encima de todo, de las deudas y las demandas, encuentran que la entidad les reclama 1.700 euros en concepto de pagos atrasados. Deben pagar por la recogida de basura de una casa en la que no hay nadie, por un alcantarillado que su área no tiene y por un gasto estimado de agua que nunca fue consumida. La compañía supramunicipal señala al Concello, y el mismo dice que, sintiéndolo mucho, las cosas son así. Y mientras la bola de nieve sigue girando, sigue creciendo, atrapando más a más a la pareja y su familia. l