La imagen del centro de la ciudad ayer nada tenía que ver con la de hace un mes, ni siquiera con la de la semana pasada. En las calles volvió a verse gente, mucha para ser un día a principios de semana, y los comercios comenzaron a recibir sus primeros clientes, tras haberse preparado concienzudamente para garantizar la seguridad. Así, ya casi parecía “normal” tener que entrar y echarse gel, esperar en la puerta o en las pegatinas del suelo que señalan la distancia de protección o hablar a un vendedor a través de una mampara. Las mascarillas cubrían la cara de todos los vendedores y profesionales de los establecimientos que abrieron, aunque entre los clientes –sobre todo de las terrazas– las protecciones no fueron tan numerosas.
La oportunidad que se abrió con esta fase 1 del desconfinamiento fue aprovechada mayoritariamente por el comercio que, no dudó en abrir sus puertas para recibir a los clientes, que, para realizar compra o al menos interesarse por la mercancía, respondieron también favorablemente en estos tímidos comienzos de vuelta a la normalidad.
Algunos casi iniciaban temporada, como es el caso del comercio “Dolores Lola” que había cambiado su ubicación a la calle Real solo una semana antes del cierre decretado. Ahora, reabre esperando contar con su clientela fiel y pudiendo ampliarla “porque, al margen de esta situación, ya es muy difícil mantenerse".
El comercio de ropa deberá adaptarse a la "cuarentena" de sus prendas, una vez probadas, lo que también reduce la oferta para los clientes siguientes, si no se dispone de mucha mercancía.
Pero sea como fuera, ayer se olvidaron un poco del futuro y vivieron el presente, con gente y posibles clientes animando a los establecimientos tras este largo período sin actividad.
Donde hubo una respuesta menos uniforme fue en el sector de la hostelería. La zona del muelle o la plaza de Amboage contaban con mesas y sillas apiladas, sin actividad, mientras que en el Cantón, la plaza del Himno Galego y O Inferniño aprovecharon el buen día para ofrecer su servicio –reducido en capacidad–, con una respuesta masiva de clientes. Las dificultades para hacer frente a los gastos con la mitad de capacidad y solo servicio en el exterior desanimó a muchos locales, que esperarán a la apertura de las mesas del interior e incluso de la barra, algo que no se contempla hasta la ultima fase.
También los hoteles pudieron abrir sus puertas, pero de poco sirve sin clientela, como señalaban desde el Hotel Chips, en Narón, que sí abrió su terraza pero que no cuenta con servicio de habitaciones, a falta de huéspedes. Aún así el propietario ha recuperado ya a dos personas del Erte.
El ánimo de la gente se dejaba ver en un cliente que al llegar comentaba “tengo diez euros en el bolsillo desde hace dos meses, así que café para todos”.
En el “Gran Vía” del barrio de O Inferniño también ha habido afluencia en la jornada de ayer, donde detectaron “muchas ganas de salir de la gente”, aunque a ellos la situación económica les ha hecho prescindir de una persona durante esta crisis.
No solo comercio y hostelería han comenzado a andar, muchos trabajadores han vuelto a sus puestos, aunque algunos todavía mantienen el teletrabajo.
En los talleres empiezan a dar salida a tareas acumuladas y así en “Alca” el día de ayer fue un “no parar”, con llamadas continuas para concertar citas de vehículos y salidas de grúa constantes. Las baterías ocupan, como explican desde el taller, “el 80% de los servicios que se prestaron”, ya que la falta de movilidad ha causado estragos en los vehículos.
En la comarca las aperturas también han sido más o menos tímidas dependiendo del sector, y algunos hosteleros esperaban incluso en el interior a abrir si aparecía clientela, como en “A Saíña”, en Valdoviño. San Sadurniño sí se mostró bastante activo y con optimismo para afrontar la “nueva normalidad”, de la que los efectos, positivos o negativos, no se verán todavía de forma inmediata. w