Son conceptos que forman parte de la cotidianidad pero también, a menudo, de difícil comprensión y manejo. “La educación financiera es fundamental para desarrollarnos, para conseguir nuestro bienestar individual y al mismo tiempo el bienestar común de la sociedad. Para muchos gobiernos y organismos, fomentar la educación financiera está siendo una prioridad, y para ello es fundamental que empiece en las aulas, lo antes posible, para adquirir esos conocimientos de forma paulatina y gradual para llegar a la vida adulta familiarizados un poco con todos esos conceptos que al final manejamos en el día da día”.
Así lo cree Raquel González Castro (Ferrol, 1986), titulada este año en Administración y Dirección de Empresas por la Universidade da Coruña y autora de un trabajo de fin de grado que fue premiado en el congreso Prospecta Colombia organizado por la Universidad Nacional a Distancia de aquel país.
Tutorizada por los profesores Joaquín Enríquez, también ferrolano, y Begoña Álvarez, con los que tuvo oportunidad de colaborar a través de una beca del Ministerio de Educación, la joven llevó a cabo un proyecto basado en la metodología de Aprendizaje y Servicio que le permitió entrar en contacto directo –en los meses de febrero y marzo, justo antes del confinamiento– con alumnado del IES Concepción Arenal para llevar a cabo su trabajo titulado “La educación financiera. Análisis teórico y experiencia prácticas a través de un proyecto”.
El objetivo: conocer el nivel de conocimientos económicos y financieros por parte de los jóvenes. Participaron un total de 116 estudiantes de 4º de ESO y 1º de Bachiller del mencionado instituto ferrolano. “Hicimos un total de quince talleres”, cuenta. Cada grupo recibió tres sesiones, con una separación de una semana entre cada una. “En la primera planteamos un cuestionario con preguntas para determinar el nivel que tenían y ver también qué variables podían producir diferencias (vivir en la zona urbana o rural, el grado de interacción social, el nivel de estudios de los progenitores, etc), su propia experiencia con productos financieros, etc)”, explica.
En base a las necesidades detectadas en esta primera toma de contacto, se diseñó una actividad formativa para la segunda sesión. “Impartimos un taller con ejemplos prácticos y cotidianos para que les resultase más fácil entender todos esos conceptos y que vieran que era algo que está en la vida de todo el mundo, y algo cotidiano”, añade la joven titulada.
Resultado
En la tercera y última sesión, se les volvió a entregar a los participantes el cuestionario del primer día para “ver si realmente había una mejora tras la formación”. Y así fue. El promedio de alumnos que respondieron correctamente pasó del 66% al 79%.
“Luego les dimos también una encuesta de satisfacción sobre la actividad y fue valorada muy positivamente por parte del alumnado”, destaca la autora del trabajo.
También para ella fue una vivencia muy enriquecedora poder llevar sus conocimientos a los estudiantes. “Ha sido una experiencia muy bonita y muy gratificante además para terminar mi etapa universitaria, porque, al final, es una forma de transmitirle a los demás lo que he ido aprendiendo durante estos cuatro años”.
Las diferencias entre tarjeta de crédito y débito; los diferentes tipos de medios de pago, la relación entre el tipo de interés y la inflación; o los detalles de un presupuesto familiar fueron algunas de las cuestiones que, de forma práctica y amena, acercó la joven ferrolana a los participantes en la iniciativa.
“La idea de la educación financiera es un poco emponderar a los ciudadanos y que puedan ser ellos capaces de tomar decisiones informadas para saber valorar qué productos nos convienen y cuáles no, y hacer también así un consumo más responsable”, comenta.