Un niño de seis años usuario de la piscina municipal de Caranza resultó con varios cortes, uno de ellos en una mano, en la que tuvieron que aplicarle ocho puntos de sutura, al romperse una puerta de cristal de los vestuarios. Los hechos ocurrieron el pasado día 22 y desde entonces el pequeño tiene que acudir todos los días a que le realicen las curas, sin que ningún responsable de la piscina ni del Concello de Ferrol se haya interesado por lo ocurrido ni el día de los hechos ni después.
El padre, Santiago Casteleiro Portas, ya está en contacto con un abogado para presentar la oportuna denuncia. Según manifestó ayer a este periódico, la puerta en cuestión, al igual que otras de las mismas instalaciones, no cumple las mínimas medidas de seguridad.
En este sentido, explicó que cuando ocurrieron los hechos carecía de ningún elemento de los que se colocan en este tipo de accesos para que se pueda diferenciar cuando están abiertos o cerrados, por lo que su hijo pensó que el paso estaba franqueado y chocó con la nariz contra el cristal.
Con ese único impacto, y posiblemente como consecuencia de que las juntas de silicona están muy deterioradas, el cristal rompió en forma de cuchillas y alcanzó al menor cortándole la sudadera, la camiseta y el pantalón del chándal. Por suerte en el cuerpo solo sufrió algunos rasguños, pero en una mano resultó con un corte en el que hubo que aplicarle sutura tras realizarle unas placas para comprobar que no se hubiesen afectado los tendones. El padre del pequeño asegura que el material de las puertas no era cristal laminado, de ahí que se rompiese de una forma que pudo haber puesto en peligro la vida de su hijo si no reaccionase a tiempo y diese un salto para atrás.
A consecuencia de este hecho se renovó la puerta rota y también la del otro lado, ahora sí con cristal laminado, pero siguen quedando los laterales sin cambiar. Días después también se colocaron pegatinas con el logotipo del Concello al objeto de prevenir sobre si la puerta está abierta o cerrada.
Santiago Casteleiro asegura que nadie se interesó por lo ocurrido, salvo los monitores de natación que se encontraban en la piscina, que fueron los que le facilitaron la documentación para acudir al Hospital General de Caranza, en el que atendieron al menor. A su modo de ver, el hecho de que los responsables de la piscina hubiesen tomado medidas días después responde a la intención de encubrir lo ocurrido, pero él está dispuesto a llegar a dónde sea para que se depuren las responsabilidades.
Este padre enojado aludió, asimismo, a las quejas de otros progenitores que llevan a sus niños a la piscina de Caranza por el peligro que supone el hecho de que las puertas de emergencia estén cerradas con cadenas, así como por la concentración de grandes niveles de dióxido de carbono dentro del recinto por la falta de ventilación de las instalaciones.