Un Domingo de Ramos atípico con bendiciones simbólicas

Un Domingo de Ramos atípico con bendiciones simbólicas
El vicario de La Virgen del Camino, Alberto Domínguez | salvador sas (efe)

Domingo de Ramos. El día en el que cientos de niños estrenan sus galas de primavera. Con sus palmas en la mano, y acompañados de unos siempre orgullosos padres, todos ansían que llegue el momento de golpear con ellas la talla de La Boquirrita, a lomos de la que, según la tradición católica, Jesús entró en Jerusalén.

Así podría comenzar la crónica de un año cualquiera. Pero no la de 2020. El coronavirus, que nos tiene confinados en casa desde hace tres semanas, lo ha impedido. Calles y plazas, que un día como ayer estarían rebosantes, han estado casi desiertas y el inicio de la Semana Santa, sin duda, ha sido como nadie esperaba hace apenas un mes.

Pero la comunidad religiosa de no se ha quedado de brazos cruzados y ha echado mano de celebraciones simbólicas y de las nuevas tecnologías para que la ciudad no se quede sin su tradicional bendición de Domingo de Ramos, aunque sea sin fieles y a distancia.
En Pontevedra, poco después de las nueve de la mañana y ante la presencia de media docena de reporteros gráficos, el vicario parroquial de Virgen del Camino, el padre Alberto Domínguez, se asomó a la balaustrada del convento de San Francisco, en pleno centro de la emblemática plaza de A Ferrería, el lugar que la memoria colectiva de los pontevedreses relaciona con este domingo.

Con mascarilla protectora en su boca, el vicario reconoció que este fue un Domingo de Ramos “extraño”, pero reivindicó la “necesidad” de que la comunidad católica celebrase esta jornada, aunque fuese de esta manera “tan distinta” y desafiando al viento y la lluvia que este domingo azotaba sobre Galicia.

Con el “Conquest of paradise” de Vangelis sonando de fondo, el religioso quiso destacar que en este lugar “memoria viva de Pontevedra”, otrora lleno de gente paseando y niños “correteando y jugando” y en donde “jubilosos” bendecían sus palmas, “hoy solo se percibe el eco de lo que antaño fue una multitudinaria escucha”.

Durante su breve bendición, el padre Alberto Domínguez quiso recordar “a todos los que hubieran querido estar aquí unidos a la más sana y verdadera tradición”, especialmente a los fallecidos y enfermos por esta epidemia, y compartió con todos ellos el “espíritu” de la Semana Santa, deseando que éste sea “tiempo de camino hacia la resurrección”.

A los fieles, según el sacerdote, “los echamos en falta”, aunque apeló, en medio del eco de una voz que resonaba en la vacía plaza, a la “esperanza, sacrificio y confianza” de todos ellos porque “juntos podemos sacar esto adelante” y el triunfo sobre esta pandemia “no es todavía pero está pronto por llegar”.

Para terminar, el vicario colocó sobre la balaustrada un gran lienzo con una palma, pintado en tela y con la frase “¡Hosanna! De la pasión a la resurrección”, elaborado por el pintor pontevedrés Rafael Prieto que, de manera desinteresada, ha colaborado con esta celebración.

Fueron muchas las familias que, siguiendo la petición del arzobispo de Santiago, Julián Barrio, colgaron en sus balcones palmas y ramos de olivo o, en su defecto, recortables y dibujos realizados por los propios niños que, a través de esta peculiar manera, han quedado bendecidos como si fuera un Domingo de Ramos al uso.

Bendición a distancia
El propio Barrio pidió por todos en la iglesia de San Fructuoso, sustituida por la catedral que preside la plaza del Obradoiro, en la cual había un fiel por banco, además de cartelería, batas de médico y otras muestras de profesiones consideradas imprescindibles para luchar contra este patógeno.

Esta bendición a distancia se repitió, a las doce del mediodía, en otra de las parroquias más emblemáticas de Pontevedra, la de Santa María. Tras el repique de campanas y el rezo del ángelus, el sacerdote titular, Javier Porro, ubió a lo alto de la torre del campanario, que se ve desde media ciudad, para bendecir las palmas y ramos de los balcones. Además, para los que ayer prefirieron asistir a misa, aunque fuese de manera virtual, el sacerdote Casimiro Fernández, de la parroquia de San José, retransmitió esta celebración desde su casa a través de su página de la red social Facebook, como hace con las misas diarias desde que comenzase la cuarentena convirtiendo los hogares de sus fieles en auténticas iglesias domésticas.

Un Domingo de Ramos atípico con bendiciones simbólicas

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