El afianzamiento del liderazgo de Luís Villares al frente de En Marea y la fractura del partido instrumental son las dos consecuencias más evidentes de la asamblea celebrada ayer, a la que no asistieron los alcaldes de Santiago y A Coruña, Martiño Noriega y Xulio Ferreiro, haciendo más evidente su distanciamiento con la actual dirección.
Algo similar ocurrió con el veterano nacionalista Xosé Manuel Beiras, quien en días pasados llegó a avalar públicamente una de las enmiendas presentadas por el sector crítico con Villares: la relativa al modelo de partido, pues, en palabras de Antón Dobao (Anova), la coordinadora está convirtiendo En Marea en una formación “tradicional”.
A lo largo de la mañana de ayer, quien fuera uno de sus principales valedores gesticulaba desde su asiento, molesto ante las apelaciones al consenso del magistrado en excedencia. Hasta el punto de que trató de darle la réplica, cuestión que le fue denegada al no solicitarla siguiendo el reglamento de la asamblea.
Beiras se marcha
Una vez materializada la votación de este punto, la primera de las tesis en las que se impuso la visión del sector oficialista, Xosé Manuel Beiras abandonó el plenario y ya no acudió a la sesión de la tarde. Quedaban por debatirse, entre otras cuestiones, la carta financiera de En Marea y la continuidad de Villares como portavoz orgánico. Si bien el equipo que capitanea el lucense resultó vencedor en todos estos debates, el margen por el que lo hizo fue ajustado, en torno al 55 por ciento de las menos de 500 personas que se acercaron hasta el Palacio de Congresos de la capital gallega.
Este aspecto es el que utilizan los críticos para advertir de que el debate no está cerrado y de que no desistirán a la hora de intentar construir un espacio “amplio, plural y democrático”; mientras las apelaciones de Villares se centran en “cultivar los puntos en común” y “aparcar” las cuestiones en las que existen discrepancias.
Con todo, en su entorno son conscientes de la gravedad de la fractura abierta y, aunque resaltan que se trata de la segunda vez que Villares salva la prueba sobre su liderazgo, en esta ocasión son muchas las heridas pendientes de restañar.
Y es que las críticas abarcan el modelo de partido por el que conduce En Marea, con los municipalistas coruñeses alertando de las similitudes con el PSdeG –”la coordinadora se convirtió en una ejecutiva y la portavocía, en una secretaría general”–; y con sus propuestas sobre los sueldos que perciben los cargos públicos.
De este modo, a lo largo de la jornada de ayer, se acordó subir estos salarios de 2.100 euros mensuales hasta los 3.000 y se bloqueó la petición del sector crítico (que bajo el epígrafe Recuperar En Marea agrupa parte de Anova, Podemos, Izquierda Unida y Marea Atlántica) de fijar sueldos para ciertos cargos orgánicos.
Otros aspectos que se abordaron en este plenario son el trabajo de la coordinadora y de los diputados en el Parlamento y el Congreso, labores que fueron refrendadas por la mayoría de los asistentes.
Asimismo, En Marea fijó su posición en contra de la maternidad subrogada y sacó adelante también su postura sobre la financiación autonómica. l