El Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño de Galicia –Intecmar– levantó el viernes parcialmente el cierre cautelar que había decretado dos días antes tras haber remitido el episodio de toxinas lipofílicas que afecta ahora a la ría de Ares-Betanzos. Este tipo de “mareas rojas” son un fenómeno natural y recurrente que tiene que ver con la llamada sucesión planctónica, es decir, las etapas de afloramiento marino –microalgas– que tienen lugar en primavera y verano.
Los mariscadores pudieron faenar en la parte interna de la ría, desde el Segaño hacia dentro, pero no en la zona I, que abarca el canal y las bateas y que a última hora de ayer permanecía cerrada. Lo seguirá, al menos hasta mañana, si bien la intención de las cofradías de Ferrol y Barallobre es no solicitar el servicio de la zona de reinstalación hasta, al menos, la semana del 22.
cuanta menos batea, mejor
El sector marisquero de la ría considera desde hace más de dos años y medio que la reinstalación de la almeja procedente de las zonas C de la ría es perjudicial para los intereses de las cofradías, que han de asumir la mortalidad del bivalvo que se envía a depurar a las bateas cuando el porcentaje no alcanza el 10%.
De media, cada envío de almeja registra una mortalidad de entre el 7 y el 8%, cantidad que asume la cofradía. Además, el 10% de los ingresos por la venta en lonja se los quedan los pósitos en concepto de cuota, con lo que el margen para afrontar los gastos corrientes no alcanza para cubrir unos mínimos.
En este sentido, cabe recordar que tampoco el precio que alcanza la almeja reinstalada es el mismo que el de la que no pasa por las bateas. Puede haber diferencias de más de tres euros el kilogramo, de ahí que los mariscadores prefieran faenar en las zonas B, que, a diferencia del producto de las zonas C, puede ser vendido el mismo día de su captura a depuradoras que se encargan de reducir su carga microbiana a parámetros correspondientes a aguas limpias. n