El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, imploró ayer en la tradicional ofrenda al Apóstol Santiago, que se celebra cada 25 de julio desde 1643, por la unidad de España, y recordó que “juntos queremos seguir para no perder una identidad secular y afrontar mejor las dificultades”.
Imploró al rey Felipe VI, quien lo nombró delegado regio en esta ceremonia, como garante de la España de los pueblos, de las lenguas, de las autonomías y de la democracia constitucional y, ante el desafío catalán, apuntó que el reto presente es que “la realidad viva se mantenga plural”, como “punto de encuentro de los pueblos que la componen”.
Uno de ellos, la Galicia generosa, tolerante y abierta, tres características que permiten a esta comunidad “estar en el mundo y que el mundo esté en ella”, ha proseguido Núñez Feijóo, y apuntó que España es “una peregrina que recorrió en los últimos años la etapa más espléndida de su paso por la historia, aquella en la que los españoles empezamos a caminar juntos, a hacer cosas juntos y a tomar el timón de nuestro destino”.
En esa trayectoria, dijo, el rey Juan Carlos supo interpretar el latir de un país y su hijo don Felipe encarnar una tradición que se ha adaptado a los nuevos tiempos y que responde a la monarquía constitucional votada por el pueblo en 1978.
El mandatario autonómico deseó que todos estos valores no dejen nunca de estar vigentes, que se mantengan “en pie”, y dijo que Europa surge precisamente de la ilusión y no de la exclusión, que acepta a los diferentes, y también que se diluyen las fronteras, “haciendo posible la suma de identidades, logrando que las lenguas unan en lugar de dividir”.
Y, en un contexto de transformaciones en general, más visibles desde las últimas convocatorias electorales, subrayó Núñez Feijóo que así como el cambio que no se apoya en la tradición es en realidad un cambio sin memoria, “condenado a cometer errores del pasado”, un cambio en vilo, pues igualmente “la tradición que no acepta el cambio se anquilosa y perece”.
modernidad
En ese momento de su discurso, de nuevo aludió al Camino de Santiago porque la modernidad de éste “es la prueba fehaciente de que es posible encontrar respuestas para el hombre y la mujer de hoy sin abolir las creaciones del pasado”.
El jefe del Ejecutivo gallego lanzó un mensaje dirigido, pese a no producirse una alusión explícita, al alcalde compostelano, Martiño Noriega, quien recibió ayer como autoridad local a la comitiva, pero no participó en la ceremonia, toda vez que ya expuso, al asumir el mando tras imponerse el 24-M su candidatura r como lista más votada, que él no quería encargarse de la invocación al santo.
Núñez Feijóo aseguró que en su caso “nunca renunciaría a representar a mi tierra en el Día de Galicia y mucho menos a poder hacerlo en uno de sus símbolos más indiscutibles”, esta seo que corona la plaza del Obradoiro, de modo que animó a “conducir adecuadamente los intereses públicos y a gobernar con el ejemplo”.
El poder que las leyes confieren, destacó, siempre estará incompleto si no va acompañado “de la autoridad que procede de la ética pública y privada” y la historia retrocede, en su opinión, cuando los que gobiernan se alejan de cualquier “peregrino sin nombre”, pensando solo en ellos; mientras que avanza cuando se acercan a él, a ese peregrino símbolo del bien común, lo escuchan, lo entienden y respetan sus sentimientos.
El arzobispo de Santiago, Julián Barrio, ensalzó este día y rechazó en su intervención toda suerte de confrontación entre un sistema ético y uno religioso, cuando lo que se impone es una “cuestión de sentido”, y clamó por una sociedad en la que se vivan los principios morales y espirituales, que son garantía de una sociedad “de futuro”.
Barrio pidió al Apóstol que interceda por los gobernantes y por todos aquellos que están ofreciendo sus mejores esfuerzos para “responder a las exigencias del bien común y construir una sociedad mejor”.
“Necesitamos coraje moral para salir de la irresponsabilidad, del escepticismo y de la insolidaridad”, remarcó, y tanto Feijóo como Barrio no dejaron pasar la ocasión de reparar en los sacrificios hechos por la gente durante la crisis, los cuales tendrán su recompensa ahora que se ha iniciado una etapa de crecimiento.
A la Iglesia, aseguró el arzobispo, como servidora de los pobres, no le es ajeno el sufrimiento de las familias en dificultades económicas a las que no se les ofrece un decidido apoyo, tampoco los jóvenes sin trabajo y sin recursos para formar una familia, ni los adultos que ya no tienen esperanza de incorporarse a la vida laboral.
Las palabras clave para mejorar este panorama, resaltó, no son el poder, la imposición y el dominio, sino la actitud de servicio, la que prima en la Iglesia.