La era de los ‘ninis’, aquellos individuos jóvenes que no estudiaban ni trabajaban sino que vivían de las rentas de sus progenitores, parece estar llegando a su fin. Según los últimos datos del Instituto Galego de Estadística (IGE) 122.200 gallegos de entre 16 y 29 años, se incorporaron en el último trimestre al mercado laboral. A ello hay que sumar los 37.000 que se encuentran en búsqueda de empleo.
La tasa de ocupación del colectivo joven se sitúa en el 38,3%, incrementando en 2.1 puntos con respecto al trimestre anterior. Además, el 74,1% trabaja a jornada completa –ascendiendo un 8.1%– mientras que disminuye en 200 individuos la ocupación juvenil a jornada parcial.
No obstante, según los últimos datos del Foro Económico de Galicia la tasa de temporalidad de los gallegos, de una edad comprendida entre los 16 y los 24 años, se sitúa en el 73%. Aunque para los expertos esta situación es de alerta debido a la falta de estabilidad laboral de la comunidad gallega, hay otra situación que motiva esta estacionalidad: muchos jóvenes emplean el verano como una manera de conseguir un presupuesto propio que les permita costearse sus estudios.
Este es el caso de Miguel, quien a sus 20 años de edad, trabaja como camarero en un bar de Fene. “Estudiar a veces sale caro”, asegura el joven. Otro caso similar es el de Sara V., de 24 años, que lleva cuatro años –desde que inició su grado en Periodismo–trabajando como camarera en un hotel para poder pagar las elevadas tasas universitarias. “Trabajar en hostelería es duro, sobre todo en esta época y acabas con el cuerpo reventado. Pero lo peor no es el agotamiento físico, sino el psicológico, porque no tienes casi tiempo para disfrutar para ti y lo poco que tienes lo empleas en descansar. Hay días, sobre todo al principio del verano que sí que me da bastante envidia ver a mis amigos disfrutar de sus vacaciones; pero al poco tiempo se me pasa. Al fin y al cabo tener unos ingresos en verano me aporta la seguridad e independencia que hace que no me piense dos veces cambiar el trabajar por ir a la playa.”, asegura.
A esta misma libertad alude Paula, que a sus 23 años de edad trabaja como promotora en el aeropuerto de barajas: “Quiero hacer un máster en el próximo curso, entonces contar con un pequeño colchón me aporta independencia. Prefiero no pedírselo a mis padres. Por otra parte, me gusta sentirme útil y hacer cosas también en verano, nunca sabes lo que puedes aprender”, declara. Este no es el primer año que Paula trabaja, los dos últimos veranos los empleó en prácticas remuneradas relacionadas con sus estudios y el anterior trabajó en una cafetería.
Además de la hostelería, otro de los empleos estacionales más habituales es el de teleoperadora, así consiguió Sara P., de 20 años, su primer empleo. “Estuve echando currículums todo mayo porque quería trabajar en verano de lo que fuera, ya que necesitaba una fuente de ingresos que me permitiese seguir estudiando y pagarme mis vicios durante el verano sin depender siempre de mis padres. Es un trabajo que no creo que sea grato para nadie porque es muy duro, tienes que aguantar malas contestaciones porque la gente esta harta de este tipo de llamadas. Lo bueno es que, como mi horario era de 10.00 a 15.00 horas, no me impedía disfrutar de las vacaciones”, cuenta.
El sector de la educación posibilitó un total de 48 contrataciones juveniles durante este verano. Una de ellas fue la de Sara G., que trabajó como monitora infantil. “Tuve suerte porque es mi vocación y en lo que yo me siento cómoda trabajando. Todo lo que esté relacionado con niños tiene infinidad de cosas positivas. Si tuviera que destacar algo malo es que a veces tu paciencia llega al limite. Pero, en general, lo positivo compensa con creces todo lo negativo”, asegura. Además, la ferrolana se encuentra molesta al ver a gente de su edad ociosa durante los meses de verano “no comprendo que no hagan lo posible por buscarse la vida y esperen a que las cosas caigan del cielo y más estando las cosas cómo están”, afirma. Paula defiende la postura totalmente opuesta “No me molesta ver a la gente disfrutando del verano. De hecho, las historias de mis amigos entretienen mi trayecto de casi una hora hacia el trabajo”, cuenta.
Entrada en el mercado laboral
Sin embargo, no todos los jóvenes que trabajan en verano lo hacen por motivos económicos. Hay quien decide hacerlo para comenzar a labrarse un porvenir en el sector al que orientó sus estudios.
Este es el caso de Sandra,, quien a sus 21 años y graduada en julio en enfermería, se iniciaba en el mismo mes en la profesión. “Estoy trabajando en verano debido a que es el momento en el que existe mayor demanda por parte de la sanidad pública, especialmente de recién titulados, motivada por la necesidad de cubrir los períodos vacacionales de la gente que ya tiene plaza”, explica. Asegura que no le importa trabajar durante el verano porque disfruta haciéndolo. “Lo que más me gusta es el cariz humanitario de la profesión, que me posibilita tener un trato cercano con los pacientes”, afirma.
En la mismo situación se encuentra Alba, de 23 años, quien ha conseguido una beca Fuac en la empresa turística Rutas Meigas “Es de conocimiento general que, como becaria, te expones a que en el trabajo en el que te contratan no cumpla con las características que te ofrecen inicialmente y que al final termines haciendo tareas precarias que no tengan nada que ver, pero yo en eso he tenido mucha suerte. Esta es una empresa pequeña y emergente y es un ambiente muy familiar. Mi jefe se porta muy bien conmigo y, aunque sea una becaria, me trata como si fuese una más en la empresa, no se aprovecha. Además, se esfuerza cada día en enseñarme cosas nuevas para que, en un futuro, pueda ser la mejor de mi sector”, explica.
Alba será una de las pocas afortunadas que continúe en el puesto de trabajo conseguido durante el periodo estival una vez finalizado el verano. l