¿Pero de verdad vamos a cometer los mismos errores?

El centro histórico de Varsovia, que hoy visitan miles de turistas, en realidad es una reconstrucción cuidadosa y fiel, tras el paso de las hordas nazis. Reconstrucción realizada por el propio pueblo de Varsovia con apoyo financiero americano, durante el breve periodo de democracia que existió entre la barbarie nazi y la dictadura comunista. Una anécdota de aquel proceso, me quedo grabada desde que me la explicaron alcaldes polacos en una serie de sesiones de formación para prepararlos para la entrada en la UE. Históricamente existía un muro, que impedía la visión magnifica del rio desde la plaza del castillo. Naturalmente, los polacos no se plantearon reconstruirlo. Pero el muro al final se reconstruyó bajo el concepto de que había que demostrarle a los nazis, que no habían conseguido destruir la historia de Varsovia. No se si la historia es totalmente cierta, pero así quedo escrita y así me la contaron. 

Y esto ilustra lo que puede suceder a partir de esta semana, que se reabre la frontera hispano portuguesa. Mas allá del simbolismo, lo cierto es que la situación que hemos vivido, agravada en las zonas como el Miño, con mayor densidad poblacional y por tanto mayor interrelación económica, debería impulsar una reflexión y la adopción de medidas que transformen la cooperación transfronteriza y especialmente entre las regiones vecinas que comparten vida y economía. Cuando dos países comparten la frontera más larga y estable de Europa, están obligadas a una diplomacia dual. La tradicional entre las cancillerías de ambos gobiernos, y la cotidiana entre las comunidades colindantes, lo que llamamos en términos políticos la Eurorregión.

Hace años que venimos alertando sobre la necesidad de un nuevo tratado bilateral que dé cobertura jurídica a nuevas figuras surgidas estos años, como las eurociudades, fruto del dinamismo y permeabilidad de una frontera referencial en toda Europa. Las eurociudades son consorcios de servicios, que buscan generar masa crítica para favorecer el crecimiento económico, pero al pertenecer a dos estados, precisan de un marco jurídico que dé cobertura a esas competencias. Todo lo demás son fuegos de artificio. El mayor de los cuales es la afirmación, engañosa, de que crear eurociudades o determinadas fórmulas jurídicas, garantiza el acceso a fondos europeos, lo que es no solo falso, sino incluso imposible jurídicamente tal y como están diseñados, los reglamentos de fondos europeos. Fondos que también deberían redefinir los criterios de aplicación territorial de los citados reglamentos para garantizar no solo la utilización de los mismos sin devolverlos a Bruselas por una mala gestión, sino su carácter estructurante para generar valor añadido.

Por último, es necesario la reconversión en estructuras institucionales, dotadas de marco jurídico y competencial, de las denominadas Comunidades de Trabajo, entes propagandísticos y fantasmagóricos, que no deben quedar en manos de burócratas descerebrados y acomplejados que han destrozado todas las posibilidades de la cooperación, obviando un papel importante que deberían tener en el desarrollo de los territorios de frontera. Y así se lo hemos propuesto al Primer Ministro de Portugal para impulsar desde su presidencia de la UE. Clarificación, ordenamiento y estructuración competencial de las nuevas figuras: Eurociudades, eurorregión y macrorregión. En suma, todo esto requiere de un nuevo Tratado Bilateral. Su lanzamiento seria LA NOTICIA el día 1, daría contenido a un acto hasta ahora simbólico y seria la prueba de que hemos aprendido de los errores pasados y no volveremos a levantar un muro que separa la plaza del rio.

¿Pero de verdad vamos a cometer los mismos errores?

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