Menos aplausos y más apoyo

"¡Sanidad pública!” Con este grito recibieron los profesionales, médicos, enfermeras, celadores, a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, en su publicitario acto de cierre del hospital de Ifema. 

Sin perder la sonrisa, detrás de la mascarilla, les contestó con un aplauso.La post pandemia va a dejar la manía del aplauso de la clase política ante cualquier protesta que no sepan resolver. 

Los sanitarios de este país son el sector con mayor tasa de contagios y un número intolerable de muertos. Y los son, porque no han contado con los imprescindibles materiales de protección, porque cuando no llegaron tarde, llegaron defectuosos.

Aunque Díaz Ayuso intente desviar toda la responsabilidad al Gobierno de Sánchez, algo tendrá que ver también su gestión, por ejemplo, en el retraso en la llegada de esos aviones con el material imprescindible para afrontar el peor momento del colapso hospitalario. 

Porque es verdad que el Ejecutivo central no vio llegar la pandemia y reaccionó tarde y mal; pero ¿recuerdan una entrevista televisiva de la presidenta madrileña, el 26 de febrero, en la que dijo “lo más peligroso es el miedo, más que el propio virus, que lo que deja como secuelas son síntomas menores que los de la gripe”?...

La sanidad pública madrileña, esa que reivindican sus profesionales, va a necesitar, a partir de ahora, el mayor apoyo público. 
Hay que compensar los recortes y las privatizaciones de los sucesivos gobiernos del PP, que llevaron al cierre de plantas enteras de los principales hospitales. Hay que ampliar unas plantillas desbordadas de trabajo por la falta de contratación.

Los próximos meses no va a ser fáciles. Todavía queda, lamentablemente, mucho personal sanitario contagiado o en cuarentena. 
El resto de patologías, aparcadas por la urgencia de los casos de Covid-19, están esperando su turno para ser atendidas. Las listas de espera quirúrgicas, con casos incluso graves, van a suponer un nuevo sobreesfuerzo de unos médicos y enfermeras agotados.

Y es precisamente en este momento, cuando además se acercan las vacaciones de verano, cuando se decide no renovar contratos a los interinos que, jugándose la vida, se plantaron en los hospitales madrileños con unos contratos temporales que sonrojarían a cualquiera.
Ahora se les manda de vuelta a casa sin tener, siquiera, previsto que pueda producirse un repunte en los contagios. Es comprensible que se sientan como material de usar y tirar.

Si la Sanidad española está, todavía a estas alturas, considerada como una de las mejores del mundo, es por el sacrificio de sus profesionales, que llevan desde la crisis de 2008 soportando unas condiciones económicas vergonzosas, plantillas exiguas, y compensando las carencias con trabajo y competencia.

Por descontado que se merecen el aplauso ciudadanos de cada noche. Pero los políticos, y en especial los responsables autonómicos de los que depende la gestión sanitaria, que se guarden las manos en los bolsillos y doten económicamente a la Sanidad pública que para eso se les paga.

Menos aplausos y más apoyo

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