Don Manuel Fuertes Durán

Preguntaba no hace mucho por quien siendo mi profesor de Matemáticas en primero y segundo de bachillerato consiguió hacerme aprender algo de aquella materia para mí tan desviada. 
De mis intereses, digo, porque aquellos problemas de móviles, que el señor Fuertes desarrollaba con galanura, me llevaban hacia territorios sentimentales. Y es que pensaba yo: en el auto que, saliendo de Barcelona coincidía (dados horarios, velocidad y tal y tumba) en Calatayud con aquel otro que había dejado Madrid, viajaba una pareja mal avenida, con una mujer que miraba lánguida a la hora de la coincidencia al viajero madrileño. 
Y ya tenía yo montada mi historia que se interrumpía con Don Manuel llamándome a la pizarra a resolver el entuerto. Y como que estaba bien explicado, matemáticamente hablando, yo daba con la solución correcta. Don Manuel Fuertes, era aquel dómine. Por quien preguntaba a mis amigotes. Y me decían que sigue vivo. Y –después– me entero que tan vivo que hoy, 5 de agosto, cumple cien años. ¡Qué maravilla! ¡Qué gusto saber vivo a un profesor que me dio mucho en algo que no era lo mío!. O que yo jamás quise hacer mío. Ojo: además de Fuertes Morán tuve como (buenos) profes de Matemáticas a Don Ricardo Landeira y Don José Naya. Y échenme a mí la culpa de lo que no haya aprendido. Lo cual que de Don Manuel Fuertes, químico en puridad, alto, esbelto, con gafas pulcras tras las cuales unos ojos vivos que te taladraban, tenía un sentimiento pedagógico elevado. Y una empatía grande con el alumno. 
O así veo hoy, luego de cincuenta y cinco años a aquel hombre pluriempleado, en la Armada, el Instituto (allí estaba yo), el Tirso y algún otro colegio, sin perder nunca la calma ni el sentido del humor. 
No, nunca nos hemos vuelto a ver. Pero ahora que sé que ahí sigue, en Recimil, en la Rúa Euskadi, quiero decirle que tengo para él mi mejor recuerdo. Deseando que los años le sigan siendo favorables. Un abrazo, Maestro. 

Don Manuel Fuertes Durán

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