Un Madrid de Champions

es lo que tiene el fútbol. Las ilusiones van y vienen. Se renuevan de una forma mágica. Todo depende de si el balón acaba entrando en la portería rival en un momento tan alto y carismático que justifica fotografiar el encantamiento futbolístico en todas sus versiones.
Y ya, con la vista puesta en la final de Champions que mañana disputan Real Madrid y Liverpool, parece que estamos viviendo la sinrazón en el mundo del fútbol. Y aunque no me gusta mezclar las churras con las meninas de Velázquez, y mientras escucho “Mis manos en tu cintura” de Salvatore Adamo, me atrevo a hablar del terremoto futbolístico que tiene en el Real Madrid y Liverpool a los protagonistas de este fin de semana. 
No es un partido más y seguro que mañana en Kiev tampoco es un día cualquiera. El fútbol que desarrolla el equipo de Zidane atesora más gol que sus rivales aunque ambos clubes tienen grandes problemas en defensa. Esa ironía que abunda en España donde hay que animar a los blancos porque es un club español, no se lo cree nadie aunque este tipo de percepciones no son nuevas en nuestro país. 
Es un poco como ese chascarrillo que suele contarse cuando uno intenta casarse y le recuerdan el lío en el que se va a meter. “Prepárate para lo que viene. Todas serán obligaciones. No tendrás libertad. Se multiplicarán tus gastos y sufrirás por mantener la igualdad”. Bromas aparte, Zidane tendrá que decidir, una vez más, entre Benzemá o Gareth Bale porque el resto del once parece claro. 
En este tipo de partidos es evidente que las emociones se multiplican por mil y para los de Zidane las preocupaciones son evidentes. La recuperación del Real Madrid en esta competición fue milagrosa aunque tampoco es para sacar pecho. Su fútbol en la Liga resultó insuficiente y rudimentario y en Champions, no hay que olvidarlo, el equipo estuvo al borde del KO. Pero ahí está Zidane y su fauna volviendo de ese infierno para intentar conseguir, con el permiso del Liverpool y de sus estrellas Salah, Mané y Firmino, la treceava orejona. Para qué marear más la perdiz.

Un Madrid de Champions

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