Un Quijote en el lejano Oriente

andrés Iniesta es el jugador más querido del fútbol español. No admite ninguna duda. Su salida del Barça después de 22 años en el conjunto culé hacia el lejano Oriente, no ha pasado desapercibida en un país donde el fútbol y el manchego siguen acaparando la atención del aficionado. 
Ahí está el reconocimiento mundial hacia un jugador que, con su gol en Sudáfrica ante Holanda, se ganó un espacio en el corazón de todos los españoles. Aquel minuto 116 de la prórroga resume lo que ha sido Iniesta para el fútbol de nuestro país. 
Un genio futbolístico, un ídolo, una buena persona con una timidez muy marcada, un amigo, el vecino que todos quisiéramos tener y, eso sí, un maniático de la rutina. Hay que entenderle, odiarle o quererle. 
Su fútbol siempre fue el mismo que desarrollaba en el colegio. Y lo exhibía a la perfección en su querido Barça. Pero era muy vulnerable y esa forma tan suya y personal de vivir, le jugó una mala pasada antes de acudir a Sudáfrica. Una depresión lo dejó en fuera de juego y vivió una situación angustiosa que necesitó de especialistas en psiquiatría y psicología para evitar su ausencia en la cita mundialista. 
Aquel gol de Johannesburgo, le sirvió para superar dificultades y contratiempos. A partir de ahí, el manchego se acabaría convirtiendo en el Iniesta de nuestras vidas. Fue la penúltima exhibición de nuestro Quijote de La Mancha en una España que estallaba de júbilo y consecuentemente saboreaba mucho más su fútbol y su humanidad. 
Y se armó la Mundial. Nunca mejor dicho. Curiosamente, al hilo de todo esto, hay quien asegura que la ciencia, la tecnología y el fútbol van cogidos de la mano… y que es necesario que la sociedad sepa que el progreso científico y tecnológico se encuentra presente hasta en los lugares más insospechados. 
Sin embargo, después de Sudáfrica 2010 no hemos vuelto a ganar un Mundial. ¿Por qué? Porque en el fútbol, se insiste, al igual que en el mejor de los laboratorios, el progreso científico no se pone de manifiesto si no está detrás el talento humano. Al loro.

Un Quijote en el lejano Oriente

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