Al rincón de pensar

Poco han cambiado las cosas desde la última vez que puse el punto de mira en el equipo que dirige Clarence Seedorf. Acudir a Riazor o ver al equipo por la pequeña pantalla no ofrece satisfacción ninguna. Cansados estamos de malos resultados, de deficientes actuaciones, de la falta de gol, de la ausencia de triunfos, de las pocas ganas que quedan ya de ir a Riazor a sufrir, a pasarlo mal, a escuchar los improperios de todas las jornadas, con razón o sin ella y que poco a poco acaban con la paciencia de los aficionados.
Tampoco sé si es muy aventurado decir que el pescado está todo vendido, pero mi corazón me dice que soy un optimista empedernido. Insisto en que lo normal es que no sobrevivamos a una temporada que desde su inicio resultó nefasta y conforme llega el final, seguimos yéndonos por el corbatín. A pesar de las buenas intenciones de los jugadores e incluso de los tres técnicos que han ocupado el banquillo, Pepe Mel, Cristóbal Parralo y Clarence Seedorf, no levantamos cabeza. Hay que decir las cosas como son. Es la realidad.
Con cuatro triunfos en 30 jornadas no se puede aspirar a más. Mel se cansó de alabar el trabajo de los suyos buscando excusas donde no las había, pero eso no vale para ganar. Con Cristóbal hubo más de lo mismo. Intentó reinventar un equipo hundido y no lo consiguió. Y Seedorf va por el mismo camino buscando soluciones que nunca llegan. Su bagaje es muy desalentador. No ha ganado un partido, solo consiguió dos goles (uno anotado por un rival) y comienza a cansar su modo de apreciar y justificar el fútbol de la plantilla. En circunstancias normales estaría ya fuera del club.
Un club que ha caído en un bucle repleto de despropósitos y que ante semejante situación, pase lo que pase hoy ante el Málaga, debería de hacer examen de conciencia y tomar decisiones que aunque duelan, habrá que afrontarlas. A Coruña y su afición no se merecen este espectáculo.

Al rincón de pensar

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