El viaje más difícil de Francisco

Una vez más el escándalo de los abusos sexuales sobre menores por parte de eclesiásticos ha difuminado el objetivo específico de un viaje apostólico del papa Francisco. Así fue en Chile, a comienzos de año, y así ha sido días atrás en Irlanda, donde el Santo Padre debía clausurar el noveno Encuentro  mundial de las Familias. 
No podía ser de otra forma y no en vano este había sido considerado como su viaje más difícil. De entrada, porque la otrora “católica Irlanda” se está convirtiendo a pasos agigantados en una de las sociedades más secularizadas del mundo. La  hostilidad desplegada por parte de los principales medios a la visita fue intensa. Y el escepticismo ante lo que pudiera decir, no pequeño.
Por todos dichos “crímenes repugnantes” el papa Francisco pidió de nuevo perdón. “Perdón -dijo- por las veces que, como Iglesia, a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso no les hemos brindado con acciones concretas compasión, búsqueda de justicia y verdad”. En más de una ocasión expresó su “dolor y vergüenza” por tales sucesos. Abusos no sólo de orden sexual, sino también de poder y de conciencia cometidos por miembros cualificados de la Iglesia y en diversos tipos de instituciones, como orfanatos y residencias para madres solteras, dirigidos por religiosos y religiosas.
Y para darlo mayor realce de pública confesión lo hizo, entre otros, en un momento tan habitualmente inusual como el mismo comienzo de la misa de clausura de las Jornadas, amén de la reunión de hora y media que mantuvo con algunas víctimas, como ya viene siendo habitual en otros desplazamientos. No obstante, ha quedado la impresión de que se esperaba más.
El ambiente previo estuvo marcado también por el reciente informe del Gran jurado de Pensilvania, que recogía la violencia sexual ejercida sobre cerca de mil menores por parte de trescientos sacerdotes en las seis diócesis de aquel Estado norteamericano. Y como colofón extra, llegó el documento del más que cuestionado ex nuncio en Washington Carlo María Viganò en el que acusaba al papa de encubrimientos. 
No es de extrañar, pues, que toda esta conflictividad acaparara informativamente, como digo, el Encuentro de las familias, hasta el punto de que  la rueda de prensa que el Santo Padre mantuvo en el vuelo de regreso a Roma fue monotemática: todas las preguntas de los informadores salvo una versaron sobre dicha cuestión. 
    Pero aunque los medios no lo hayan reflejado en la debida medida, el Papa habló también y mucho de la familia. De ella como faro que irradia la alegría de su amor en el mundo; como lugar privilegiado e importante medio para difundir la buena noticia de Jesús. Misión -añadió- que no requiere circunstancias especiales, sino que se cumple a través de pequeños gestos de bondad en la rutina cotidiana y en los momentos más sencillos del día. 

 

 

El viaje más difícil de Francisco

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